domingo, 29 de enero de 2012

Sanhedrín 8 - Tzlofjad y el Mekoshesh


La Torá no es otra cosa que la Ley. Esta semana en Parashat Bo vemos lo que segun Rashí debiera haber sido el comienzo de toda la Torá: el primer mandamiento. Es cierto que en el libro de Bereshit se encuentran algunos mandamientos y preceptos pero, todos podemos acordar, que no es un libro de la Ley. Es un libro que contiene historias sobre el origen del mundo, sobre el diluvio, sobre el origen de la humanidad, del pueblo hebreo y su desarrollo, pero sin duda no es un libro que verse sobre la Ley. En todo el libro de Genesis sólo hay tres preceptos: el de Pria Urebia (crecer y multiplicarse), el Brit Milá (la circunsición), y el de Gid Hanashe (la prohibición de comer del nervio ciático). Los preceptos empiezan a llegar de forma ordenada y múltiple en el libro de Shemot, luego se extiende por Vaikrá, un poco menos en Bemidbar y con mucho énfasis nuevamente en Devarim.

Las leyes en la Torá, llamémoslas mitzvot-jukim-mishpatim o de cualquier forma que aparecen nombradas, son expuestas sin argumentos previos. Por ejemplo, tres veces se nos dice que no debemos mezclar el cabrito en la leche de su madre pero no se nos dice el por qué o el origen de esta prohibición. Generalmente las leyes son expuestas sin que antes haya habido un caso para el cual sea necesario sancionar dicha ley. Con un ejemplo quedará más claro: La ley de “no mataras” no surge como consecuencia de que el pueblo de Israel comenzó a matarse entre sí, simplemente es una Ley que se expone. Así con cada una de las leyes… o con casi todas.

Dos excepciones: El Talmud, en nuestro folio, nos dice que todas las Leyes que aparecen en la Torá debían haber sido escritas directamente por Moshé sin que haya ningún acontecimiento que provoque su legislación. No obstante, el Talmud nos trae dos ejemplos de cómo dos leyes son “promulgadas” definitivamente por dos acontecimientos. El primero es el de las hijas de Tzlofjad. Estas mujeres, cinco hermanas, eran hijas de un hombre que murió en el desierto. No tenían hermanos hombres lo que generaba un problema de acuerdo a la legislación vigente ¿Quién debía heredar la tierra de su padre? (Recordemos que en la antigüedad la mujer no podría heredar) Moshé, al ser cuestionado por estas hermanas y al no saber qué contestar, va y le pregunta a Ds sobre cómo debe obrar. Ds le dice que las hijas de Tzlofjad debían heredar la tierra de su padre. En ese momento Moshé les dice esto mismo y escribe esta Ley en la Torá: si cuando un hombre muere no tiene hijos hombres, sus hijas mujeres pueden heredar. Este es un caso de cómo una Ley que debiera haber sido promulgada directamente sin ningún caso que provoque su legislación es finalmente establecida por un acontecimiento que ocurrió en el desierto. Por estas mujeres es que finalmente esta ley fue establecida.

Segunda excepción: En Shabat hay muchas prohibiciones. 39 para ser exactos. 38 de estas prohibiciones son expresadas de alguna manera por la Torá sin que nada haya acontecido para que tengan que ser establecidas. En el plan “original” de Ds, Moshé debía haber escrito estas 39 prohibiciones directamente pero una de ellas escapó a ese plan. Una de las prohibiciones de Shabat es, como hoy sabemos, la de recolectar madera/troncos (Mekoshesh Etzim). En el desierto un hombre se encontraba recogiendo leños en Shabat. Nadie sabe qué hacer, nadie sabía si estaba trasgrediendo Shabat o no. Moshé le consulta a Ds y el Eterno le dice que sí, que ese hombre estaba trasgrediendo Shabat y que debía ser muerto. De allí aprendemos una prohibición de Shabat, la de recolectar leños. Por este hombre es que esta ley fue establecida.

¿Qué aprendemos de esto? El Talmud nos dice que de estos casos aprendemos que el mal es traído por un hombre pecaminoso (malvado/culpable), mientras que el bien es traído por hombres meritorios (buenos/inocentes). Aquí vemos como tanto de los buenos como de los malvados podemos aprender. Estas historias nos demuestran que acciones de los hombres pueden afectar nuestra legislación. Las hijas de Tzlofjad tuvieron el mérito de que uno de los tantos preceptos de la Torá fuera escrito en su nombre por su noble accionar. De los culpables, como el que recogía troncos en Shabat, también podemos aprender y por su mérito un castigo fue escrito en la Torá. 

Nuestras acciones tienen consecuencias, marcan el camino para las próximas generaciones. Con nuestro obrar podemos logar que muchos sean meritorios de nuestras buenas acciones pero a la inversa podemos generar que muchos hombres sean culpables por nuestros mismos actos. Algunos hombres con sus acciones ejemplifican el bien y otros con su obrar son exponentes de la maldad. 

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