miércoles, 24 de octubre de 2012

Avodá Zará 60 - Cayéndose en el vino

Estamos llegando al final de este cuarto capitulo del tratado de Avodá Zará y el mismo continúa poniendo restricciones al contacto de un no judío con el vino de los judíos. Éste, como ya hemos podido ver, es uno de los temas centrales y al parecer más acuciantes para los sabios del Talmud: preservar y asegurarse que los no judíos no conviertan el vino que toman los judíos en Iayin Nesej (vino de libaciones paganas). 

Como ejemplo la Mishná presenta que si un no judío está parado al lado de una cubeta de vino no sospechamos directamente que lo tocó. De hacerlo con la mano, recordemos, el vino quedaría prohibido para el consumo de los judíos y también para su venta. Sin embargo, aclara la Mishná y precisa el Talmud, que si el dueño de ese vino tiene una deuda con el gentil que está de pie allí al lado y él había puesto como garantía el vino, el mismo sí queda prohibido ya que los sabios tienen la sospecha que el no judío lo consideraba como si fuera de su propiedad por lo cual lo pudo haber tocado sin reparos. Según la lógica expuesta por los sabios uno no suele tocar cosas que no le pertenecen. 

Situaciones extremas. Si el gentil que está al lado de la cubeta de vino se cae sobre ella si después "asciende", el vino quedaría permitido incluso para ser tomado siguiendo la opinión de Rabi Shimón. El motivo de esto es que él se cayó allí adentro sin intención y no lo hizo "con las manos"; y como muchos recordarán los sabios establecieron que sólo a través de la mano se considera que un no judío "toca", ergo hace prohibido, un vino.

El Talmud, un poco más meticuloso y extremo, nos dice que sólo si el no judío sale muerto el vino queda permitido ya que si sale vivo el mismo está prohibido. Esta declaración impactante tiene su racionalidad concreta según la lógica talmúdica. Si llega a salir vivo, el no judío, ayudado por un judío seguramente alabará a su deidad en nombre del judío por haberle salvado la vida, y como ya sabemos no se puede ayudar o colaborar con un no judío para que cometa idolatría. 

Una vez más los maestros del Talmud llevan un caso hasta su absurdo. 

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