martes, 16 de octubre de 2012

Avodá Zará 55 - Olam Keminhago Noheg II

En nuestra Sugyia los sabios talmúdicos enfatizarán la noción de que Olam KeMinhagó Noheg, que el mundo se maneja según su curso natural y que D-s no altera la naturaleza por los actos de los justos o de los malvados. El Talmud presenta dos ejemplos para ilustrar esta idea:

Escenario I. Un hombre que robó una gran cantidad de granos y luego los esparce sobre la tierra, lo correcto (lo justo) sería que de aquella siembra no salga nada, que nada florezca de aquel hurto, de aquella acción perniciosa. Sin embargo, Olam KeMinhagó Noheg, la naturaleza sigue su curso y no importa si quien plantó fue un justo o un malvado, si la tierra es fértil de allí saldrán espigas y con eso el ladrón hará pan. Sin embargo, afirma la fe de los sabios de Israel, llegará el momento en el cual los malvados serán juzgados pero las leyes de la naturaleza no se alteran por sus acciones.


Escenario II. Un hombre que se acuesta con la mujer de un amigo, transgrediendo así una prohibición explicita de la Torá, no debería (en un mundo en el cual D-s interviene a cada momento) dejar embarazada a aquella mujer. No sería lo correcto que de una transgresión naciera una criatura. Sin embargo, nuevamente, Olam KeMinhagó Noheg, el mundo sigue su curso natural; y la mujer puede quedar embarazada. No obstante, los sabios insisten con fervorosa fe, creyendo que los malvados y transgresores, llegado el momento, serán juzgados por sus acciones. 

En la Sugyia que le sigue Raban Gamliel defenderá frente a un filosofo romano la teología judía y al D-s de Israel. El filosofo cita de la Torá diciendo que el D-s judío es un D-s celoso y entonces le pregunta ¿Por qué D-s cela de los idólatras y no de los objetos de idolatría? Se entiende que le pregunta en torno a por qué se castiga a los hombres que cometen idolatría y no a los objetos en sí mismos idolatrados. Raban Gamliel, como todo buen educador le responde con una parábola. Le dice: "Imagínate a un rey que tiene un hijo y este cría a un perro y lo llama con el nombre de su padre (el rey, una parábola de D-s). Llegado el caso el padre escucha que el hijo jura sobre el perro con el nombre de su padre (el perro, es una parábola del ídolo que se le atribuye el nombre del rey, o sea, D-s). En este caso con quién se enojaría el padre ¿Con el perro o con el hijo?" La parábola es contundente y muy enfática  El rey (o sea D-s) se enojaría con el hijo (o sea el idólatra) y no con el perro (el objeto de idolatría). A través de las parábolas la gente se entiende. 

Agripas (otro filósofo romano), vuelve a insistir sobre esta cuestión de un D-s celoso y le pregunta al mismo Raban Gamliel: "¿No es cierto que un sabio sólo tiene envidia de un sabio (y no de un tonto), o que un valiente sólo envidia a otro valiente, o un rico sólo envida a otro rico?" Este tal Agripas, para nada ingenuo, le está queriendo decir que si el D-s de Israel es un D-s celoso es porque las otras deidades también existen y tienen un poder similar al de Él, sino no tendría por qué ponerse celoso. Nuevamente con parábolas la gente se entiende y Raban Gamliel le comenta lo siguiente: "Imagínate a un hombre casado que se casa con otra mujer (recordemos que estamos en tiempos donde la poligamia está permitida), si la segunda esposa es más importante (hermosa o algo parecido) la primera no tendría por qué celar a su marido; sin embargo si la segunda esposa es menos importante (menos digna) que la primera, de seguro esta mujer se pondría celosa" ¿Por qué? Porque su marido la está dejando por una mujer menos digna que ella. Lo mismo pasa con D-s, siendo la mujer más importante, que es abandonada por su esposo, en este sentido el idólatra, que va y se acuesta con una mujer menos valerosa. Los celos siempre se convierten en un problema. 

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