martes, 21 de agosto de 2012

Avodá Zará 20 - No mirarás a las mujeres!

Mirando a mujeres no judías. La discusión comienza de la siguiente manera. Según los sabios talmúdicos uno no le puede hacer una "gracia" a un idólatra. Si bien a un no judío que habita dentro del Ishuv (poblado) judío uno puede darle regalos, a un idólatra uno no puede hacerlo. No debe congraciarse con ellos. Y aquí es donde entra en escena el dictamen de Rab que dice: le está prohibido a un hombre decir "cuán bella es esta goyia (no judía)". Según este sabio le está prohibido a un hombre judío admirar la belleza de una no judía porque esto sería, como decíamos, congraciarse con ella. No obstante, se cuenta del gran sabio Raban Shimon ben Gamliel que en la colina del Har Habait, donde estaba el Beit Hamikdash, cierta vez al ver a una no judía muy bella pasar le gritó (citando al salmo 104): "Cuan bellas son Tus obras Ds". Y aquí vemos, con mucho humor, como un gran sabio sí admiraba la belleza de las no judías y se congraciaba con ellas. No obstante el Talmud, como casi siempre, tiene una solución para esta aparente contradicción y nos dice que él no estaba alabando a la mujer sino a D-s y a su obra; y eso está permitido. Cuando vemos, nos dice la halajá, una bella mujer o un bello hombre debemos decir "Baruj Shekaja bara Olamo - Bendito sea D-s que así creó el mundo". Hay que alabar a Ds por la belleza, principal elemento de inspiración del poeta y del hombre de fe. 

No mirar a las mujeres. A colación de lo recién expuesto, el Talmud dice que el hombre debe cuidar su alma de todo mal y entiende que esto se logra no viendo a una mujer bella, incluso aunque no esté casada, o a una mujer casada aunque sea fea. ¿Por qué? Para que uno no las mire durante el día y tenga pensamientos sexuales durante la noche y termine impuro (por la eyaculación). Según la lógica del Talmud si el hombre durante el día ve a muchas mujeres puede llegar a excitarse y esto luego, aunque sea involuntariamente, le provocará una polución nocturna lo que lo dejará impuro (por lo menos en los tiempos de Templo de Jerusalem) para entregar un sacrificio. 

En la actualidad. Hace unos días salió en un periódico israelí que hombres ultra-ortodoxos comenzaron a utilizar anteojos que distorsionaban la imagen para cuando caminaban por la calle ver a las mujeres, que pasaban por ahí, de manera borrosa e intentar así cumplimentar esta opinión del Talmud. El problema es, como cierta vez me dijo el Rab Ioshua Kullock, es tomar las opiniones talmúdicas como eternas y ontológicas. Quizás para las normas de moral sexual de la época talmúdica el dictamen de los sabios no era "exagerado" mas hoy no podemos seguir sosteniendo esta posición ya que la misma conlleva en la práctica una segregación total de la mujer en el trabajo, en el estudio y en la vida social. Y muy posiblemente también genere una mayor misoginia. Hoy en día, las mujeres no están recluidas en los hogares y fuera de la vista de los hombres. Tanto hombres como mujeres compartimos, o debiéramos compartir, cada uno de los espacios de nuestra vida, desde el estudio, pasando por el trabajo y otras tareas cotidianas. Y hasta en las plegarias. Somos los hombres y las mujeres los que debemos cultivar en nuestro interior una nueva moral sexual para poder apreciar la belleza del otro sin llegar a la obscenidad ni a la vulgaridad. Debemos redescubrir el valor del recato tanto en nuestras prendas de vestir como en nuestra forma de ver. 

Les comparto una hermosa cita de un sabio talmúdico que aparece en nuestro folio del día:

Rabi Phineas ben Jair dice:  El estudio conduce a la precisión, la precisión conduce a celo, el celo conduce a la limpieza, la limpieza conduce a la moderación, la moderación conduce a la pureza, la pureza conduce a la santidad, la santidad conduce a la humildad, la humildad conduce al miedo del pecado, el temor al pecado lleva a la santidad, la santidad conduce a la [posesión] del espíritu santo, el Espíritu Santo lleva a la vida eterna. 

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