jueves, 16 de agosto de 2012

Avodá Zará 17 - Rabi Eleazar y las prostituas

El Talmud viene hace tiempo insistiendo en que uno debe alejarse de la idolatría, manteniendo lejos la tentación. El día de hoy, el Talmud, nos llama la atención que debemos mantenernos también alejados de la prostitución. Muchas de las prohibiciones medievales de contacto físico entre un hombre y una mujer se derivan del intento desesperado de los sabios de alejar la tentación y la promiscuidad de los hombres y mujeres. Intuían que si los hombres y mujeres no podían darse la mano, abrazarse o darse un beso esto los haría alejarse de la prostitución (entendida en un término muy amplio como las relaciones sexuales no permitidas). 

En este contexto se nos narra la fabulosa historia de Rabi Eleazar ben Dordaia. Este Rab, según dice el Talmud, no dejó de acostarse con ninguna prostituta del mundo. Con todas él se acostaba. Cierta vez escuchó que una prostituta (zoná) cobraba tan solo una moneda por su trabajo. Inmediatamente agarró una moneda y cruzó siete mares (es decir, una barbaridad!) para allegarse a ella. Mientras estaban teniendo relaciones sexuales ella, y fíjense el humor del Talmud, se tira una flatulencia y dice con sabiduría: tal como este aire no volverá al lugar de origen nunca se aceptará el arrepentimiento de Eleazar ben Dordaia. En ese momento Rabi Eleazar se dio cuenta de su error, se arrepintió por haber incurrido reiteradamente en la prostitución. Fue y le pidió misericordia a las montañas pero estas le dijeron que ellas tienen que ocuparse de sus propios asuntos y que "no lo podían ayudar". Hizo lo mismo con los mares y las constelaciones pero siempre recibía la misma respuesta. Finalmente acepta su error y responsabilidad declarando: esto no depende de nadie excepto de mi mismo. En ese momento reposa su cabeza sobre sus manos, comienza a llorar desesperadamente y muere. Al morir sale una voz celestial y dice que Rabi Eleazar está invitado al mundo venidero, dando entender así que su arrepentimiento fue aceptado. Rabi Iehuda Hanasi cada vez que escuchaba esta historia lloraba al decir: hay hombres que se ganan la vida eterna en muchos años de esfuerzo y hay quienes la adquieren en una hora. 

Esta fabulosa historia da mucho para pensar. En primer lugar hay que destacar el humor del Talmud. Este texto sagrado tiene la capacidad a través del humor de enseñarnos los valores más elevados y solemnes. El fin último de esta historia, a mi entender, es que no importa el error que hayamos cometido, siempre podemos volver en teshuvá, arrepentimiento; pero el mismo sólo es aceptado cuando reconocemos, como hizo Rabi Eleazar, en que esto sólo depende de nosotros. Cuando cometemos un error nunca lo subsanaremos sino hasta el momento en que aceptemos y reconozcamos que sólo de nosotros depende el perdón y el arrepentimiento. Lo último que puedo aportar es un reconocimiento al llanto de Rabi Ieuda Hanasi. Hay gente que se gana el cariño, la fama o la vida eterna en muchos años de trabajo, de humildad, de esfuerzo y de bondad pero también existen otros que en un solo instante, por un solo acto reciben el mismo reconocimiento. Cuántas verdades hay en su llanto. 

¿Qué opinión les despierta este maravilloso relato?

Extra: Rab Huna solía decir: "Quién se ocupa sólo del estudio de Torá (y no se ocupa de Gemilut Jasadim, actos de bondad), es como si no tuviera D-s"

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