miércoles, 8 de agosto de 2012

Avodá Zará 13 - Las impurezas y los sacerdotes

Y no se pegará a tu mano nada del anatema (Devarim 13:17). Desde la Torá existe una prohibición de tener disfrute o goce de un producto que tenga relación con la idolatría. Todas las frutas, animales, superficies, vinos, entre otros, que sean usados con fines idólatras están impuros y según la tradición judía deben ser considerados abominables y como enseña el Rambam (Hiljot Avoda Zará 7:2) nada abominable debe entrar en nuestros hogares. 

En este contexto sobre impurezas y objetos abominables el Talmud nos llama la atención sobre el Cohen, el sacerdote. Este hombre, por su rol social y religioso, no podía impurificarse. Son muchas las prohibiciones que determina la Torá y las fuentes rabínicas posteriores en torno a todas las restricciones que debía imponerse a sí mismo un Cohén para no impurificarse. Las impurezas, provienen principalmente, de dos cuestiones: de la idolatría (y sus objetos) y de la muerte. El Cohén, encargado de realizar los sacrificios, debía mantenerse alejado tanto de los cadáveres como de los lugares donde se practicaba la idolatría. Por este motivo, el Talmud presenta la siguiente declaración legal: el Cohén se impurifica tanto saliendo de la tierra de Israel como entrando a un Beit HaKevarot (cementerio). Los sacerdotes no podían salir de la tierra de Israel ya que de acuerdo a la concepción bíblica, todo lo que está afuera de la tierra "consagrada" es impuro e idólatra. Tampoco un sacerdote, o un descendiente de los mismos (portanto también Cohen), costumbre que se sostiene hasta nuestros días, puede entrar a un cementerio (excepto por alguno de sus siete familiares cercanos). 

Los motivos para impurificarse. En ciertas ocasiones los sabios le permiten a un sacerdote "impurificarse" saliendo de la tierra prometida. Siempre y cuando lo haga para un Dvar Mitzva, por un precepto, el Cohén puede salir de la tierra prometida. Los ejemplos que da el Talmud son si desea casarse con una mujer o desea estudiar Torá, dos mandamientos medulares de la tradición judía, y para hacerlo necesita salir de Israel, puede hacerlo. Hay veces que la fuerza del mandamiento es más poderosa que su prohibición. La santidad y la pureza que debe mantener el sacerdote, muchas veces es aplazada por algo más elevado que es el cumplimiento de un precepto. Es más, en otra sección del Talmud se declara que si un sacerdote encuentra a un muerto y no hay nadie para enterrarlo este se convierte en un Met Mitzva (un difunto-precepto), por lo que el Cohén está obligado a enterrarlo, impurificándose en el mismo acto. 

El respeto por los animales. El Talmud, en este Daf, en una discusión compleja trae a colación un principio rabínico central (que es detallado in extensu en Shabat 128) cuyo nombre es: Tzaar Balei Jaim, el sufrimiento de los seres con vida. Muchas veces el Talmud prohíbe ciertas cuestiones regulando el trato del ser humano a los animales para evitar que estos sufran. Se detalla en otros pasajes talmúdicos como algunos yugos estaban prohibidos ya que le hacían daño a los animales de carga. Está prohibido hacer sufrir a un animal innecesariamente. 

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