martes, 1 de mayo de 2012

Sanhedrín 64 - Moloj y los sacrificios humanos


וּמִֽזַּרְעֲךָ֥ לֹא־תִתֵּ֖ן לְהַעֲבִ֣יר לַמֹּ֑לֶךְ וְלֹ֧א תְחַלֵּ֛ל אֶת־שֵׁ֥ם אֱלֹהֶ֖יךָ אֲנִ֥י יְהוָֽה׃  "No darás ningún descendiente tuyo para hacerlo pasar por fuego a Moloc. No profanarás el nombre de tu D-s. Yo, Adonai. (Vaikrá 21:18)

En el contexto de las halajot con respecto a la Avodá Zará se nos habla sobre la prohibición de llevar y "pasar" a nuestros hijos a Moloj (o Moloc, es el mismo). Este Moloj que es mencionado tanto en Vaikrá como en Reyes II 23 (entre otras fuentes) era al parecer una deidad pagana y el Talmud discute si, más allá de que esté prohibida su adoración o sus ritos, si está dentro de la categoría de Avodá Zará o no. Hasta nuestros días no se sabe exactamente quién era este Moloj y cómo se lo adoraba. En el Talmud hay diversas opiniones de cómo se le rendía culto, Abaye y Rabá discuten al respecto, y Rashí al explicar este versículo toma partido por la versión del primero. Al parecer era una costumbre que el padre entregue a su simiente (y el Talmud especifica que se refiere a los hijos únicamente) a los sacerdotes paganos y estos hacían pasar a los niños por medio de dos grandes fogatas de fuego (según Abaye) o bien los hacían saltar una pozo prendido fuego (según Rabá). En defintiva según estos sabios los niños seguían vivos. El Ramban, un gran comentarista español del siglo XI, dice sin embargo que los niños eran muertos en el fuego. Esta opinión es más plausible según varios exégetas y académicos modernos. La gente entregaba a sus hijos como ofrenda a aquella deidad. 

Desde la Torá, como pueden leer en el primer versículo, hasta el Talmud los sabios de Israel prohíben definitivamente caer en estas costumbres paganas. Por un lado por la idolatría que esta práctica conlleva pero también diferenciada de otras prácticas idólatras, esta práctica es particularmente detallada y reglamentada por su brutalidad y barbarismo. La Torá, como explica el Rambam, permite los sacrificios de los animales como ofrendas a Ds porque esa era la costumbre establecida entre los pueblos y nadie, incluso Ds, puede hacer que las personas, en este caso el pueblo de Israel, cambien de un día para el otro sus ritos y sus costumbres.

La Torá prescribe la santidad de la vida y según muchos sabios cuando el ángel detiene la mano de Abraham en el momento que estaba por sacrificar a su hijo se funda allí la sacralidad de la vida humana y la prohibición definitiva de los sacrificios humanos como ofrendas a Ds.

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