domingo, 25 de marzo de 2012

Sanhedrín 46 - Los colgados

Luego del juicio, las deliberaciones y la sentencia de los jueces, si el hombre o mujer, es hallado/a culpable se lo apedrea como vimos en los días anteriores. ¿Qué pasa después de que el condenado ha muerto? ¿Qué se hace con su cuerpo? Nuestra Mishná y Guemará discutirán si los hombres/mujeres son colgados, como lo hacían los antiguos imperios, o no. Rabi Eliezer plantea que todo aquel que es lapidado luego es colgado. Los sabios, en cambio, nos informan que sólo los que blasfeman a Ds y  aquellos que cometen idolatría son colgados, ya que éstos son los pecados más importantes que desacralizan a Ds y al pueblo judío.

Recordemos que el colgar a un muerto tiene dos finalidades: la humillación pública del transgresor que trae como "señal" para que ningún otro hombre o mujer quieran imitar las acciones de aquel transgresor. Rabí Elizer sostenía que a los hombres se los cuelga mirando para el pueblo y a las mujeres mirando al árbol, por un tema de recato, mas los sabios dicen que las mujeres en ningún caso son colgadas (y así queda la halajá).
La discusión entre Rabí Eliezer y los demás sabios gira en torno a cómo ambos aprenden y estudian dos versículos de la Torá. Uno de los versículos habla que si una persona comete un pecado debe morir y debe ser colgado (Devarím 21:22), el otro versículo nos dice que quien blasfema al nombre de Ds debe ser colgado (Devarim 21:23). Los sabios los estudian como si el primer versículo es un genérico que luego va a dar sus especificaciones y a indicar quiénes son esos que pecan que deben ser colgados: únicamente los que cometen idolatría y los que blasfeman el nombre del Eterno. Rabí Eliezer estudia los versículos de manera diferente: considera que vienen a aumentar y a disminuir, el segundo simplemente aumenta la especificidad del primero por lo cual según su visión todos los trasgresores deben ser colgados como "por ejemplo" los que blasfeman el nombre de Ds. La halajá queda como los sabios. 

¿Y el caso de las mujeres? Como dijimos la discusión queda zanjada y son los sabios los que se llevan la victoria, las mujeres, sea cual fuere su transgresión no son colgadas. No obstante se nos presenta una contrargumentación a esta postura. Se nos dice que Shimon Ben Shetaj colgó en un mismo día a 80 mujeres. Esto quería decir que hay una tradición existente dentro de Israel que las mujeres pueden, al igual que los hombres, ser colgadas. Los sabios discuten y dicen que esto no puede ser traído como una prueba porque lo que hizo Shimon Ben Shetaj estuvo fuera del orden establecido por la Torá, ya que ni las mujeres pueden ser colgadas ni se puede juzgar más de un mismo caso de pena capital en el mismo día. Entonces ¿Por qué actuó de esa manera el sabio Shimon Ben Shetaj? Para ponerle un Siag (cerco) a la Torá. Al parecer esas mujeres eran promiscuas y atentaban contra la dignidad del pueblo de Israel entonces Shimon Ben Shetaj decidió dar un mensaje a toda la comunidad de Israel colgando a estas mujeres. Lo mismo ocurrió según la Guemará en los tiempos de los griegos donde una persona estaba montando un caballo en Shabat (andar en caballo en Shabat está prohibido pero no está condenado con una pena capital), los sabios decidieron traerlo a juicio y colgarlo ya que en esos tiempos había muchos judíos que estaban desacralizando y profanando el Shabat. En definitiva estas muertes no son la norma sino más bien una advertencia para que otros no imiten sus actos. 

Objeciones e indicaciones: ¿Cómo se colgaba al condenado? Al parecer de un árbol con sus manos atadas colgando desde una rama del mismo. Como veremos a continuación la idea de colgar a un muerto aparenta no ser muy bien vista por la tradición judía, quizás fue una adopción de prácticas de otros pueblos pero nunca fue del todo bien recibida por los sabios. Se nos dice que una vez que se lo cuelga, inmediatamente debe ser bajado, si el muerto pasa la noche colgado se lo considera como si estuviésemos traspasando un mandamiento negativo, ya que es una maldición para Ds, una profanación de su nombre que un muerto sea despreciado de tal manera. Rabí Meir nos enseña que cuando una persona sufre la Shejiná (la presencia divina) se lamenta y dice "mi cabeza duele, mi brazo duele...". Si Ds, dicen los sabios, se lamenta por el dolor y la muerte de un malvado, como es el caso de alguien que está siendo colgado, cuánto más lo hace cuando fallece un justo!

Una analogía. Rabí Meir enseñaba su visión a través de la siguiente parábola: dos gemelos que viven en una misma ciudad, uno se convirtió en Rey y el otro en un ladrón. El rey comanda que el ladrón sea colgado, cuando es colgado todo el mundo dice: el rey está siendo colgado. Inmediatamente el rey pide que bajen a su hermano gemelo de allí. El rey, en este caso es Ds, y su hermano gemelo, el ladrón (ya que el hombre fue creado a imagen y semejanza de Ds) nos demuestran que Ds es degradado cuando una de sus criaturas es degradada al ser colgada y humillada en público. Ds es degradado como el rey era degradado cuando la gente pensaba que era él quien estaba colgado. El nombre de Ds es degradado y humillado cuando una de sus criaturas, creadas a su imagen, es degradada y humillada. 

El entierro. Los sabios, aprenden de un versículo de la Torá que el entierro (la kburá) es una mitzvá de la misma Torá. Enterrar a un muerto directamente en la tierra o con un ataúd no totalmente cerrado, tiene según los sabios, un origen en la misma Torá. En la Torá en diversos momentos se nos dice que un miembro del pueblo de Israel es enterrado. Son conocidas las historias de los entierros de Abraham, de Sará o bien de Aharon o su hermano Moshé.

Un último tema. El Esped (los discursos fúnebres) que se hace en el momento del entierro ¿A quiénes está dirigido? ¿Está dirigido a los vivos, a los familiares y amigos del muerto? o bien ¿está dirigido al muerto? Luego de una gran discusión los sabios dictaminan que el Esped debe estar dirigido al muerto para darle kavod (honor) a él. No debe servir directamente para consolar a los familiares sino para engrandecer, enaltecer y honrar la vida del difunto. 

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