martes, 4 de noviembre de 2014

Kritot 12 – El hombre es creíble sobre sí mismo más que cien personas

א"ר מאיר: קל וחומר כו'. איבעיא להו: מ"ט דרבנן? משום דאדם נאמן על עצמו יותר ממאה איש, או דלמא משום דאמרינן: מיגו דאי בעי אמר מזיד הייתי - פטור 

En el último post presentamos la discusión sobre que ocurría si alguien le señalaba a alguna persona que cometió una transgresión de forma inadvertida ¿cómo debía obrar el “supuesto transgresor? En uno de los casos que estudiamos dijimos que si un testigo le dice a una persona que comió Jeleb (la grosura prohibida de los animales) y aquella persona dice “no lo hice”. La persona no debe traer un sacrificio por el pecado. Su palabra se impone por sobre la del testigo. 

Esta situación es muy atípica en el pensamiento bíblico y talmúdico ya que por lo general la palabra de los testigos tiene un peso cual si fuera una evidencia irrefutable. El Talmud discute entonces cual es el motivo por el cual la palabra del “acusado” prevalece por sobre la del testigo. Los sabios hipotetizan dos escenarios: 1) El primero es porque según dicen los rabinos “El hombre es creíble sobre sí mismo más que cien personas”. 2) Por cuanto si la persona responde “Mezid Haiti”, es decir: lo hice con intención, tampoco debe entregar un sacrificio (ya que el castigo era Karet y el mismo sólo lo impone Dios y no una corte terrenal). 

Quisiera detenerme hoy a explicar un poco esta frase hermosa y desafiante de los sabios: “El hombre es creíble sobre sí mismo más que cien personas”. Cada uno de nosotros se conoce profundamente. La mirada y la voz del otro influye, sin embargo, cada uno de nosotros se conoce de una forma que nunca nadie –ni la persona más cercana que tenemos en nuestras vidas- puede llegar a conocernos. Para todo el mundo podemos ser personas que viven alegres pero quizás nosotros sabemos en nuestro interior que estamos tristes. O todo lo contrario, podemos parecer las personas más amargadas del mundo pero en nuestro interior estamos plenos y felices. 

A nivel legal este principio es muy peligroso y hay que trabajarlo con cuidado. Si bien la tradición rabínica prohíbe la autoincriminación (ejemplo: si digo que robe mi testimonio no puede ser valido frente a una corte), este principio debe tener ciertos límites ya que si los testigos dicen que asesiné y yo digo “no lo hice” ¿quedó exceptuado del castigo simplemente porque dije que era inocente? 

Los sabios entonces explican cuales son los límites de este principio. Rabeinu Gershom y Rashí explican que el mismo es sólo valido cuando no hay un Onesh (castigo) sino una Kapará (expiación) de por medio. Es decir: traer un sacrificio por el pecado no es un castigo, sino que es la forma que tiene el que trasgredió de resolver de forma sencilla su error, de poder expiar su pecado involuntario. Estos sabios consideran que ninguna persona se va a abstener de intentar remediar su situación y de expiar su error, y por eso que creen en la palabra de quien dice en estos casos “yo no lo hice”, ya que él mismo es el perjudicado. El Ramban, sin embargo, sugiere otra explicación complementaria. El sostiene a que este principio se mantiene en todas las situaciones donde el único involucrado y perjudicado sea el “acusado”. En esos casos, cuando ninguna otra persona se ve perjudicada o dañada por las acciones de aquel acusado el mismo puede decir “yo no fui” y un tribunal rabínico no puede obligarlo a ofrecer aquel sacrificio. Esto es importante ya que uno de las reglas generales de la Torá y de los sabios es que uno antes de entregar el sacrificio, sea cual fuera, debe reconocer su transgresión; y si el acusado sostiene su inocencia el sacrificio no tiene ninguna validez ni sentido.

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