Dijo el Santo bendito sea: Digan delante de Mí en Rosh Hashaná Maljuiot, Zijronot y Shofarot. Maljuiot para que Yo pueda reinar sobre ustedes, Zijronot para que vengan hacia Mi añoranzas para el bien. Y ¿cómo deben hacer esto? A través del Shofar.
Así enseña Raba en nuestro folio talmúdico. Los tres elementos claves que estudiamos hace dos post atrás son comunicados vía el Shofar. Es el cuerno que hacemos sonar cada año nuevo el que eleva en aquel día nuestras preces y nuestros anhelos. Por este motivo el Talmud será muy detallista en cuanto al Shofar se refiere. Luego de haber estudiado de qué animales se podía extraer el cuerno y si podía o no podía tener oro alrededor, y qué ocurría si se rompía o si Rosh Hashaná caía en Shabbat; para finalizar este tratado talmúdico los sabios discutirán en relación a cómo deben ser los sonidos que se emiten de aquel Shofar.
Recordemos un instante: con el Shofar se deben emitir 3 sonidos: Tekiá (uno extenso y sin cortes), Shevarim (3 toques semi-cortos de igual duración total que una Tekiá) y Truá (9 toques cortos de igual duración que una Tekiá). No obstante según el dictamen de la Torá, en opinión de los sabios de Israel, en Rosh Hashaná se deben escuchar 9 veces la Tekiá únicamente. En todo el día de Rosh Hashaná, mientras que haya luz, si uno escucha 9 veces una Tekiá uno sale de la obligación de escuchar el sonido del Shofar. Como de costumbre, sin embargo, los sabios de la Mishná complican aún más el asunto y decretan que se debe escuchar después de cada una de las oraciones de Maljuiot, Zijronot y Shofarot una serie de sonidos. Y sobre esto hay extensas discusiones. Algunos dicen que debe ser Tekiá – Shevarim – Tekiá (tres veces) y otros dicen que debe ser Tekiá – Truá – Tekiá (tres veces también). No obstante como muchas cosas a través del tiempo se perdieron, el sonido exacto de lo que hoy conocemos como Truá o como Shevarim fueron olvidados y Rabi Abahu tenía una duda sobre cómo debía sonar por lo cual decretó – la costumbre que hasta el día de hoy seguimos – que se debía tocar el famoso TaSHRaT (Tekiá-Shevarim-Truá-Tekiá). De esta manera, todos quedaban contentos y nosotros podemos disfrutar más de los maravillosos y perforantes sonidos del Shofar.
Un detalle anecdótico. Justo antes de terminar el tratado de Rosh Hashaná y tener una discusión sobre las oraciones, se nos cuenta que Rab Iehuda solía rezar una vez cada treinta días ya que estaba muy ocupado estudiando Torá. Nosotros, hoy día, gracias a Dios tenemos tiempo para todo. O mejor dicho: a todo podemos encontrarle un tiempo. Un tiempo para rezar y para reflexionar y un tiempo para estudiar. Tres veces al día la tradición nos convoca a frenar nuestras actividades para aprender a pedir, a bendecir y a agradecer. Y por lo menos dos veces al día, por la mañana y por la noche, la halajá nos comanda a dedicarle unos minutos de nuestro día al estudio.
Y ahora sí: Saliká La Masejet Rosh Hashaná. Hemos terminado el estudio de este hermoso tratado y esperamos, con la ayuda del Eterno, en un tiempo, volver a sumergirnos en sus páginas.
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