Hace unas semanas que no estoy subiendo los post del último capítulo de Jaguigá. Hay dos motivos: el principal es que gracias a Dios comencé un nuevo trabajo como rabino en una comunidad pujante del Norte del Gran Buenos Aires en la Argentina y las nuevas responsabilidades y el re-acomodamiento imposibilitaron que tenga el tiempo y la disposición para estudiar y subir un comentario diariamente. El segundo motivo es que la temática de este último capítulo es extremadamente árido sobre temas de pureza e impureza y con detalles técnicos muy difíciles de "traducir" en un pequeño comentario a cada página del Talmud. Sin embargo no quería antes de pasar a nuestro próximo tratado a estudiar, Dios mediante, ahora sí de forma más asidua y sin saltearnos muchas carillas sin concluir de alguna forma nuestro estudio y recorrido por el tratado de Jaguigá.
Como dijimos el último capítulo versa sobre la impureza y proceso de purificación ritual principalmente de los objetos del santuario. Cada utensilio tenía otra forma de ser purificado y dependiendo su uso su purificación debía ser más rigurosa. Dentro de todas las discusiones se nos dice que por el tema de pureza/impureza todos los elementos del Templo tenían dos o tres copias para ser utilizados en caso de que el "original" estuviese en estado de impureza. Todos esos elementos requerían de purificación excepto los altares. Los altares eran considerados como si fueran parte de la tierra y todo objeto adosado a la tierra por principio general no necesita de una Tevilá (inmersión ritual en agua) para ser purificado.
En este contexto casi a terminar el tratado se cuenta que dos rabinos solían decir: "En tiempos donde existía el Beit HaMikdash el altar expiaba los errores del hombre, ahora la mesa del hombre hace expiación por él". Es decir, cuando existía el Templo de Jerusalén y uno cometía una transgresión la forma de expiar aquel error era entregando un sacrificio en el altar del Templo, en nuestros días que el Templo no esta más ¿Cómo expía el hombre? Según Reish Lakish y Rabí Iojanan lo hacemos a través de nuestras mesas familiares. Es la mesa de cada uno de nuestros hogares la que expía nuestros errores.
¿De qué forma? Rashí explica que cumpliendo el mandamiento de Ajnasat Orjim (recibiendo visitas en la mesa familiar) uno expía por los errores. El Maharshá lo entiende de otra forma. Él sugiere que cuando un hombre se límita y reduce la cantidad de comida presente en su mesa en recuerdo a la destrucción del Templo esa es su forma de expiar. Por último hay quienes dicen que al agregar palabras de Torá a la mesa familiar uno lo esta convirtiendo así en un altar.
¿Se les ocurre a ustedes otra forma de entender aquel dicho que compara al Altar con la mesa familiar? Concluimos así el estudio del tratado de Jaguigá con esta pregunta abierta.
Adran Alaj Jomer BiKodesh veSalika La Masejet Jaguigá.