La destrucción del BeitHamikdash significó
un antes y un después en la vida del pueblo judío. Fue la Shoá de hace dos mil
años. Nada podría volver a ser lo mismo. Toda la existencia judía luego de la
tragedia debía hacer referencia – de alguna manera – a aquello que sucedió en
el año 70 d.e.c.
La tradición rabínica, por supuesto, fue
afectada fuertemente por este suceso. En esta oportunidad el Talmud nos narra
las famosas “TakanotHaRIBaZ”; los edictos y las reformas
en la ley emprendidas por el gran sabio tanaíticoRabi Iojanán ben Zakai. Él fue,
sin lugar a dudas, uno de los héroes que posibilitaron la renovación y la
reinvención del judaísmo luego de la tragedia. En la antigüedad, cuando el
Templo de Jerusalém todavía existía, según la Mishná, el Shofar se tocaba
incluso si RoshHashaná caía en Shabbat, no obstante luego de la destrucción
Rabi Iojanán ben Zakai decretó que sólo se debía tocar el Shofar en Shabbat en
una ciudad que tenía un Beit Din estable, en las que no había un tribunal
rabínico no se debía tocar el Shofar en Shabbat. El motivo, que luego será
esgrimido por los sabios, es que uno podría llegar a transportar el Shofar en
la vía pública – durante Shabbat – en busca de una persona que sepa tocarlo.
Sin embargo, enfatizan los sabios, en una ciudad que tiene un tribunal rabínico
no sospechamos que la gente pueda cometer “semejante error”. Lo mismo ocurre
con la lectura de la Meguilá y con el Lulav. De entrada estaría permitido leer
la Meguila en Shabbat o sacudir el lulav mas los sabios lo prohibieron para que
la gente no se confunda y con el afán de cumplir la Mitzvá transgreda el
precepto de no transportar nada, más allá de cuatro codos, en la vía pública.
El lulav. Otro cambió que realizó
Rabi Iojanan fue con relación al Lulav. En la antigüedad, dice la Mishná, el
Lulav se sacudía durante los siete días de la celebración en el BeitHamikdash y
un sólo día (el primero) en las diásporas. Una vez que el Templo fue destruido
decidió que el Lulav se agite siete veces también en las diásporas y en todos
los rincones de Israel en recuerdo al Templo de Jerusalém (Zejerla Mikdash). En
momentos de destrucción y desolación la reconstrucción surge en parte a través
de la memoria, manteniendo vivo aquel pasado “glorioso” y en parte
reconfigurando y reinventando la tradición.
Una historia fabulosa. Muchos sabios
discutían con Rabi Iojanán en relación si en una ciudad especifica se debía
tocar el Shofar o no (ya que tenían, al parecer, un Beit Din ambulante). Los
Bnei Beteira decían que no se debía tocar el Shofar y Rabi Iojanán decía que sí.
Él dijo: Toquen el Shofar. Ellos dijeron: analicémoslo (si debemos hacerlo o
no). A lo que él contestó: Toquemos (para que no pase el tiempo permitido para
hacer escuchar el sonido del Shofar) y después discutamos (acerca si se debía o
no tocar el Shofar). Ellos aceptaron y tocaron el Shofar. Luego cuando estaban
presurosos por comenzar a discutir sobre el asunto Rabi Iojanán ben Zakai les
dijo: ya se escuchó el sonido del Shofar en Iavne, no se debe responder
(discutir) después de los hechos (ein mashibin leajar maase). Una vez que ya se
realizó algo en público una corte rabínica no puede discutir sobre lo ocurrido
ya que no sería correcto. Una vez que la gente aprendió algo a través de la
práctica, decir que actuaron equivocadamente en la discusión no sería coherente. En definitiva Rabi Iojanán no era
sólo un sabio y un reformista sino que era muy perspicaz a la hora de resolver
conflictos.
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