Así habló Moisés a los hijos de Israel sobre las fiestas solemnes de Adonai (Vaikra 23:44)
Los testigos, nuestros famosos testigos que decían ver la luna nueva, debían dirigirse apenas veían este acontecimiento a donde se encontraba el Beit Din en Jerusalém. Allí cada una de estas parejas al llegar podía encontrar un gran banquete ¿Para qué? Para que tengan un incentivo y una recompensa por tomarse el trabajo de observar aquel fenómeno de la naturaleza y advertirle a los sabios de Jerusalém sobre el mismo. Esta es parte de la sabiduría milenaria del pueblo judío: siempre hay que ofrecer comida. Si bien ésta nunca es la razón principal por la cual uno participa de las actividades comunitarias algo rico para comer siempre alegra y predispone de mejor manera a quienes asisten a nuestras sinagogas. Cada momento de estudio, cada ceremonia o cualquier actividad debe ser acompañada por un refrigerio. O por lo menos así lo creían los sabios de la Mishná.
Cuando estas parejas llegaban, a la primera que se arrimaba a aquel sector de Ierushalaim se le tomaba declaración. Primero se le hacían diversas preguntas para asegurarse que vio la luna nueva de manera certera y no se estaba equivocando o mintiendo. Luego de escuchar las declaraciones del primero se hacía pasar a la otra persona que conformaba aquella pareja. Si sus dichos coincidían y eran considerados válidos por los sabios, los rabinos decidían declarar el nuevo mes. No obstante, y esta también es otra enseñanza maravillosa, a todas las otras parejas que llegaron y que ahora su declaración no es necesaria no se los despachaba inmediatamente sino que se les hacían algunas preguntas generales para que sientan que valió la pena su esfuerzo y que no vinieron, como mal-decimos los porteños, al pedo. Estas personas consideraban que su esfuerzo era apreciado lo cual seguramente llevaría a que la próxima vez que viesen la luna nueva también tengan ganas de tomarse la molestia de "ir a declarar". Otra gran enseñanza practica de nuestros sabios.
Ahora sí, llegaba el momento de la santificación del nuevo mes. El Rosh Beit Din, la máxima autoridad de la judería de Ierushalaim, decía a viva voz "Mekudash (santificada)" y el pueblo que oía respondía "Mekudash, Mekudash (santificada, santificada)". Y de esta manera el nuevo mes era declarado. Rabi Eliezer en nombre de Rabi Tzadok comenta que sólo se debía santificar el nuevo mes de esta manera si esto ocurría en la noche del 30 del mes anterior. Sin embargo, si los testigos no llegaban hasta el otro día o los sabios no se decidían en santificar el nuevo mes, una vez que la luna nueva ya es visible para todos, la misma no debe ser santificada "prematuramente" ya que, como este sabio dice, los cielos ya lo santificaron.
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