miércoles, 18 de julio de 2012

Sanhedrín 109 - Dor Hapalgá y Anshei Sdom

Otras dos generaciones bíblicas tampoco tienen un lugar en el Olam Habá.

Dor HaPalgá (La generación de la Torre de Babel). En la Torá no se describe cuál es el pecado que cometen, simplemente se narra que construían una torre que buscaba llegar a los cielos. En este sentido se detiene el Talmud a preguntarse ¿por qué lo hacían? ¿Qué es lo tan "pecaminoso" que hicieron que su castigo es no tener un lugar en el mundo venidero? Varias opciones se dan en el Talmud, incluso algunas que daban los sabios de Babilonia son tomadas como chistes por los sabios de Israel y se ríen de sus suposiciones. Por ejemplo Rabi Irmiah dice que los que construyeron el Migdal (la Torre) tenían tres propositos distintos: algunos querían subir al cielo y quedarse ahí (ser como dioses), otros sin embargo querían ir allí para hacer actos de idolatría, por último, otro sector, quería subir a las alturas y contender contra D-s. Rab, nos comenta algo muy interesante, plantea que el aire del Migdal produce olvido. En lugares donde reina el odio, la codicia, la búsqueda de poder y los actos de injusticia comenzamos a perder la memoria; o quizás al comenzar a perder la memoria, al dejar de ejercitar el recuerdo, provocamos que nuestro entorno se convierta en una zona habilitada para el desastre. ¿Qué viene antes: el olvido o el pecado? 

Anshei Sdom (los hombres de Sodoma). Si hay una generación odiada y criticada en la Torá, en el texto mismo, es la generación de los hombres de Sodoma y Gomorra. Aquellos cinco reinos eran un antro de la perdición y a D-s no le quedo más remedio, como una casa que sus paredes están carcomidas y a punto de quebrarse, que destruir la ciudad para volver a llevar vida a esos lares. El Talmud se pregunta en extenso cuáles eran las transgresiones más flagrantes de aquellas ciudades. Hablan de idolatría, de hombres que blasfemaban a D-s, de derramamiento de sangre y principalmente los acusaban de ser "ávidos de dinero". Decían que hacían el mal con su cuerpo (BeGufán) y que cometían pecados (Jataim) con su dinero. Un sabio dice incluso que por las noches perseguían a los hombres adinerados y los olían como perros en busca de dinero, luego los arrojaban a un calabozo y les sacaban todo su dinero. El futuro de toda esta generación no se decretó sino hasta cuando mataron a una muchacha que les daba pan a los pobres. Una joven, quizás una de las pocas virtuosas de la ciudad, con amor y compasión de las fiestas de lujuria extraía en secreto unas migajas de pan para los más necesitados. Aquella generación malvada, cuando la descubrió, decidió que su castigo era la muerte. Después de este hecho quedó cerrado su destino.  

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