jueves, 21 de marzo de 2013

Kidushin 31 - Honrar a los padres

Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Adonai tu Dios te da. (Shemot 20:21)

La segunda de las categorías de la Mishná (ver Kidushin 29) era en relación a las Mitzvot que los hijos tienen que cumplir para con los padres y establece que tanto los varones como las mujeres están igualmente obligados y comandados. El precepto más conocido al respecto es el mandamiento bíblico de "honrar a tu padre y a tu madre". Tanto en el decalogo como en otros pasajes de la Torá aparece la idea de que los hijos deben honrar y respetar a sus padres. A continuación veremos cómo el Talmud define que es este honor y hasta qué extremos -demasiado extremo, según mi parecer- este honor y respeto debe llegar. 

Lo primero que nos enseña el Tamud es que las escrituras igualaron el honor a los padres al honor a Dios. De la misma manera que debemos reverenciar, honrar y temer (reverencialmente) a Dios, así también debemos hacer con nuestros padres. Esta es una idea muy sugestiva de los sabios del Talmud ya que le dan a este precepto un estatus muy importante. Quien no respeta a sus padres es como si no respetase a Dios llegarán a decir los sabios, quien los agrediese estaría también agrediendo a Dios. Y por el contrario, enseña el Talmud, aquel que honra a su padre y a su madre, Dios dice que Él mismo se siente que habita entre ellos y a través de ese honor que el hijo le brinda a los padres Él mismo se siente honrado. En definitiva: honrar a los padres es una forma de honrar al Creador. 

¿Hasta qué límites llega este precepto? Los sabios derivan de diversos ejemplos cotidianos hasta qué punto un hijo debe honrar a sus padres. Los límites parecen bastante extremos. Un ejemplo lo toman de un no judío que se perdió un negocio millonario por no despertar a su padre (que bajo su cabeza reposaba la llave que necesitaba para hacer el intercambio). Para los sabios entonces, no molestar al padre en su siesta y con esto perderse un negocio millonario es parte de cumplir el mandamiento de honrar al padre y a la madre. Un caso más extremo es el caso en el cual comentan que un hombre estaba con un gran ropaje sentado en el medio de una plaza en roma hablando con las máximas autoridades romanas y en un momento llega su madre, le rompe la ropa y lo escupe. ¿Qué debe hacer el hijo ante semejante acto de su madre? Según el Talmud, honrar al padre y a la madre, en este caso sería no enojarse ni avergonzarse por lo que su madre hizo. ¿Un tanto extremo el Talmud, no creen? E incluso más, un hijo no se debería enojar ni recriminar a sus padres si alguno de ellos le arrojan frente a sus ojos su dinero al mar. Una critica a tal extremo, creo yo, es sugerido por un pasaje muy shokeante en donde Rabi Iojanan advierte que es dichoso quien no llega a conocer a sus padres ya que es muy difícil cumplir este mandamiento. En mi humilde opinión este comentario alarmante de Rabi Iojanan viene a advertir que los rabinos llevaron a tal extremo el cumplimiento de este mandamiento que sería mejor para los hijos nunca conocer a sus padres. 

En un pasaje se nos advierte que los hijos deben temer (reverencialmente) a sus padres y en otro que deben honrarlos. ¿Cuál es la diferencia? Temer a los padres significa no pararse en sus lugares, ni sentarse en sus lugares y no contradecir sus palabras. Honrarlo significa asegurarse de que tengan que comer y que beber, que tengan un techo y ropa; ayudarlos en todo lo que necesiten. 

Los sabios exageran porque son conscientes de nuestra naturaleza como seres humanos y como hijos. Quizás honrar a los padres no deba ser llevado a tal extremo mas la noción de respetar y honrar a aquellas personas que con su amor nos ayudaron a ser quienes somos es un gran precepto. El poder agradecer con nuestros actos su amor y su dedicación es un símbolo de nuestro amor a Dios. 

Extra: la Kipá. Una de las pocas fuentes talmúdicas sobre el precepto de cubrirse la cabeza surge de nuestros pasajes del día de la fecha. Se cuenta que Rab Huna no solía caminar más de cuatro codos sin tener la cabeza cubierta porque decía que la Shejina (la presencia divina) reposaba sobre su cabeza. Al parecer de esta tradición, con el correr de las generaciones, devino la práctica de que todos los judíos debían cubrirse la cabeza en señal de respeto y humildad, para evitar el orgullo y la altanería. 

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