Dijimos anteriormente que el Sanhedrín Gdolá estaba compuesto por 71 personas, que luego de la muerte de Moshé pasó a ocupar su lugar en las máximas decisiones del pueblo de Israel. En nuestra Mishná y posteriormente en la Guemará hay una discusión entre los sabios y Rabi Iehudá, los sabios sostenían que 71 debía ser el número de integrantes de la gran asamblea pero Rabi Iehudá decía que debían ser solo 70 ya que entendía que cuando Moshé pide que se sumen a él 70 sabios para dirimir los juicios, el mismo Moshé esta incluido y no es "ese extra". Igual sabemos que la Halajá queda como los sabios, en total son 71 los sabios que deben estar en la gran asamblea porque el Beit Din nunca puede ser Shakul, nunca puede ser un número par. Cuando en el libro de Bemidbar (cáp. 11) cuenta como Moshé mandó a elegir a estos 70 hombres se nos dice que dos de ellos en vez de ir para donde él les dijo, se quedaron profetizando en el campamento. Estos hombres eran Eldad uMeidad (Eldad y Meidad). ¿Por qué ellos se quedaron allí? Por humildad, creían que no eran tan importantes ni sabios para cumplir la tarea que Ds y Moshé les habían fijado. Por este motivo Ds les agregó a su grandeza una doble grandeza. Los 70 elegidos profetizaron durante una hora, según nos dice el Talmud, pero estos humildes, Eldad uMeidad, se quedaron profetizando para siempre mientras que los otros ya no tuvieron esa capacidad después de aquella primera hora. Los sabios del Talmud se preguntan ¿Qué vieron en sus profecías? Algunos responden que vieron la muerte de Moshé y como Ioshua conducía al pueblo de Israel hacia la tierra prometida, otro sabio sugiere que vieron la batalla del fin de los días, la batalla de Gog uMagog que sería la antesala de la llegada del Mashiaj.
La grandeza de los sabios: Lo que están a punto de leer es algo increíble, es una de las cosas más maravillosas que leí en el Talmud, espero que compartan la alegría conmigo. Rabí Kahana enseñaba que si todos los jueces, unánimemente, encuentran a una persona culpable, esa persona debe ser liberada, se la debe dejar ir (por un tiempo aunque sea). Sí, leyeron bien, si todos los jueces encuentran que una persona es culpable de una pena capital esa persona debe ser absuelta ya que los sabios enseñan que un juicio no debe concluir en el mismo día ni con rapidez para así dar tiempo a que se encuentren motivos para declarar a una persona inocente. Los sabios quieren a toda costa impedir que una persona sea declarada culpable y buscan artilugios para, siempre que puedan, declarar a una persona inocente. Los juicios no deben apresurarse y mucho menos cuando vamos a condenar a una persona. Para que la persona pueda ser culpable, nos dice el Rambam, debe haber algunos sabios que lo declaren inocente para que estos traigan pruebas de su inocencia y puedan convencer a los demás, sino convencen a la mayoría será culpable, pero siempre se debe esperar a que algún sabio trate de demostrar la inocencia del acusado. Increíble, no?
¿Quién debe ser elegido para el Sanhedrín? Rabí Iojanán nos dice que deben ser hombres de buena estatura, inteligentes, bonitos, de edad avanzada y que hablen más de 70 idiomas para que el Sanhedrín no necesite traductores y pueda escuchar y tomar testimonio de cualquier persona sin necesidad de un interprete ni de intermediarios (tengan en cuenta que el Talmud considera que había 70 naciones en el mundo, o por lo menos así lo extraen de la Torá, y que cada nación tenía su idioma). Rabi Iehudá en nombre de Rab nos trae un requerimiento más para ser electo juez: la persona debe poder probar con fuentes de la Torá que un reptil es puro. ¿Qué significa esto? Cualquiera familiarizado con el texto bíblico sabe que un reptil es absolutamente impuro, lo que los sabios del Talmud nos dicen es que la persona electa para ser juez debe tener la suficiente capacidad argumentativa y conocimiento de la Torá para probar, con la misma Torá, de que los reptiles pueden llegar a ser puros. Debe ser una persona sabia, que sepa de pilpul, que sepa argumentar, discutir, mantener su posición, debe saber la suficiente Torá para poder él mismo refutarla. Increíble, no?
Adran Alaj Dinei Mamonot, así terminamos el primer capitulo del tratado de Sanhedrín!
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