Delante de las canas te levantarás, y honrarás el rostro del anciano, y de tu Dios tendrás temor. Yo soy Adonai. (Vaikra 19:32)
Tal como la Torá enseña que hay que honrar a los padres así también enseña que hay que honrar a los ancianos (la base para este precepto es el versículo que citamos al comienzo del Post). La Torá nos comanda a "levantarnos" cuando vemos a una persona mayor, por un lado, es decir cumplir esa vieja costumbre de cuando uno esta sentado y entra una persona mayor levantarnos levemente de nuestro asiento para así poder honrarlo y respetar su presencia allí. Por otro lado este es el versículo que está escrito en todos los colectivos en Israel para que los jóvenes le cedan el asiento a los ancianos o a aquellas personas que no puedan estar de pie.
La otra mitad del versiculo nos indica que debemos honrar el rostro de un anciano (zakén). Ahora bien, el Talmud comprende que anciano no es cualquier persona mayor con barbas blancas largas, sino más bien que zakén es aquella persona que a lo largo de su vida adquirió sabiduría. Cuando la Torá habla de ancianos, según la tradición rabínica, no habla de personas mayores simplemente sino más bien hace referencia aquellas personas que por más jovenes que sean adquirieron amplios conocimientos lo cual los asemeja a aquel imaginario colectivo de la vejez, donde se creía que estaba la sabiduría por los muchos y extensos años de vida y de experiencias. Por esta razón el Talmud dictamina que ante un anciano "común" debemos honrarlo por su vejez mas también debemos honrar a aquellos jóvenes sabios, y para la tradición judía esto significa que cuando alguna de estas personas entra a una sala donde uno se encuentra sentado, levantarse levemente y saludarlo (o simplemente dar cuenta de que una persona sabia entro al lugar).
La tercer parte del versículo establece que uno debe temer (reverencialmente) a Dios. Según el Talmud esto nos enseña que los sabios (o los ancianos) no deben "molestar innecesariamente a la gente", es decir, deben evitar pasar por lugares donde mucha gente se encuentre sentada ya que estos deberán levantarse una y otra vez de sus asientos para honrar la presencia de aquellos. Cuenta el Talmud en este sentido que en la antigüedad los grandes sabios no caminaban por el medio de la ciudad -para no perturbar con su presencia los quehaceres de la gente- sino que para ir de un lugar a otro bordeaban la ciudad para encontrarse con la menor cantidad de gente posible.
Extra: en el último post comentábamos sobre el honrar al padre y a la madre y estuadiábamos que el Talmud se excedía en los recaudos que un hijo debía tomar para cumplir este precepto. Por este motivo la halajá señala en esta ocasión que el padre no debe ser muy meticuloso al respecto y que incluso el puede "renunciar" al ser honrado por su hijo, es decir, renunciar a que su hijo deba cumplir tantas minuciosidades para cumplir este precepto; sin embargo sostienen los sabios es bueno que aunque el padre haya renunciado a ser honrado por su hijo, sus hijos puedan igual honrarlo y respetarlo (aunque no en el extremo que plantea el Talmud).
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