jueves, 14 de febrero de 2013

Kidushin 19 - Mitzvat Iehud

¿Cómo se pasa de ser amo a ser esposo? ¿O de ser esclava a ser esposa? El Talmud nos describe lo que se conoce como Mitzvat Iehud (o el precepto de la designación). Al parecer en la antigüedad existía una figura legal donde el amo, antes de que se terminen los seis años de trabajo de su esclava la podía tomar como esposa. El ritual era el siguiente: un tiempo antes que se terminen sus años de trabajo, por lo cual el amo le pagó a ella o a su padre, él puede desposarla de la manera tradicional, frente a dos o más testigos debe decirle: tu estás consagrada para mí. Sin embargo, a diferencia de los matrimonios tradicionales, él no debe darle nada a la mujer en aquel momento ya que la prutá (aquel valor mínimo que se requería para contraer matrimonio) se considera como pagada al comienzo de sus años de trabajo. Es decir, el mismo dinero que él utilizó para comprarla como esclava, es ahora el dinero utilizado simbólicamente, para adquirir a su ex esclava como esposa. Desde ese momento, de ahora en más, dice el Talmud el hombre debe comportarse con ella como un hombre se comporta con su mujer y no como un amo se comporta con su esclava. De esta manera una esclava pasa a ser esposa. 

Siempre hubieron padres protectores y el Talmud nos cuenta el caso, y qué sucedería, si un padre vende a su hija (algo que dijimos que está prohibido pero que sin embargo al parecer ocurría) pero con la condición de que el amo no cumpla con ella, si él lo llegase a desear, el precepto de la designación. Es decir, el padre le prohibía al amo poder contraer matrimonio con su hija. ¿Puede el amo romper esa promesa al cabo de unos años? Rabi Meir dice que no, que la promesa se mantiene. Si el hombre prometió que no se casaría con aquella mujer, él debe cumplir su promesa como enseña la Torá. Sin embargo los sabios dicen que si él desea tomarla a ella como esposa puede dejar nula la promesa. Porqué, y así lo explican, todo aquel que promete algo que va en contra de lo que dice la Torá o más bien, promete no hacer algo que la Torá le permite hacerlo, y viceversa  uno llegado el caso si así lo deseara podría romper aquella promesa. En este sentido, la Torá y sus palabras tienen prioridad sobre las palabras y las promesas de los hombres. De esta manera se rompen promesas en nombre de la Torá. 

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