sábado, 15 de junio de 2013

Kidushin 76 - Buscando la ascendencia

Muchos hemos vivenciado la experiencia de que a alguna persona que se quiere casar por Jupá (por servicio religioso judío) se le exige que demuestre "su judeidad". Debe presentar algún certificado que acredite que él/ella son judíos. Lo más común es que se presente la Ketuvá (contrato matrimonial) de los padres o bien que muestre dónde están enterrados sus antepasados (la idea es que si están enterrados en un cementerio judío es que ellos eran judíos también). Siempre por el lado de la madre. Como la tradición rabínica sostiene que la matrilinealidad es la norma entonces se deben chequear que la madre, o bien la abuela por parte materna, sean judías. Más allá que todo este "chequeo" me parezca un poco macabro es un standard de la gran mayoría -sino de todas- las instituciones religiosas judías. Sin embargo: no hay nada nuevo bajo el sol. 

El Tamud nos relata que un hombre que se casa con una mujer judía, debe revisar "varias generaciones de madres". Debe asegurarse que ni su madre, ni su abuela, ni la madre de su padre ni su abuela sean mamzerot (bastardas). Recordemos que quien es mamzer no puede casarse con un judío ni entrar dentro de la congregación de Israel. En otras palabras: antes del casamiento debo asegurarme de que mi esposa "sea judía". Ahora bien ¿por qué no se averigua la genealogía del padre? El Talmud nos da una respuesta maravillosa. La lógica que utilizan para elaborar su respuesta se basa en las peleas que entablan las mujeres por lo general entre sí y las peleas de los hombres entre pares. Los insultos y los agravios que allí se utilizan, a los sabios los hace fijar está halajá.

Dicen los sabios: cuando las mujeres discuten entre ellas se insultan solamente en relación a la inmoralidad [se acusan las unas a las otras de "prostitutas" o cuestiones semejantes]. Sin embargo los hombres cuando discuten entre ellos se insultan en relación a su "origen" [se insultan diciendo que uno es hijo de una prostituta, o de una relación promiscua o un bastardo]. Por lo cual el estatus de los hombres es conocido y el de las mujeres desconocido. Es por este raro motivo que se tiene que investigar a la genealogía femenina de la familia y no la masculina. 

Suponer lo mejor. Si bien al comienzo la Mishná nos dijo que ante cualquier casamiento tenemos que buscar e inspeccionar la genealogía familiar los sabios en el Talmud nos dicen algo diferente. Ellos establecen que todas las familias tienen la presunción (Jezkat) de estar casher, es decir: aptas. En un primer momento todas las familias judías se presuponen que son aptas y que no son descendientes de bastardos o de otras uniones prohibidas. Y no hay necesidad de inspeccionar a las familias a la hora de casarse. Sin embargo sólo en el caso de que se levante una sospecha sobre alguna familia, se debe rastrear la "judeidad" de aquella persona. 

Esta ultima enseñanza de los sabios debe servirnos de inspiración para nuestro trabajo y nuestro día a día en las instituciones judías. No debemos buscar "certificados de judeidad" (algo que suena bastante nazi) a cada momento y en cada ocasión. Si una familia se acerca para participar en la comunidad, para traer a sus hijos al colegio o a las actividades o para realizar el Bar/Bat Mitzvá debemos presuponer que la familia es judía en todos los sentidos (más allá de alguna pregunta general, por su puesto).

No debemos volvernos inquisidores de nosotros mismos y antes de aceptar a alguien para una Jupá o un Bar/Bat Mitzva rastrear hasta la décima generación "la pureza absoluta" de la familia. Esto era trabajo de los Nazis, no debe ser nuestra labor. Nosotros debemos aceptar con los brazos abiertos a cada judío y judía que quiera vivir una vida judía plena. Solamente cuando se levanta una "sospecha" debemos comenzar a investigar un poco más a fondo. 

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