Ya habíamos establecido que el sacerdote le debía entregar a la mujer sospechada de adulterio una fuente de agua y luego debe verter sobre la misma polvo (Afar). La Guemará se detiene y enfatiza que primero debe haber agua en la fuente y luego se debe arrojar el polvo que se debía encontrar en el mismo santuario y no afuera. Sin embargo el Talmud pregunta ¿Qué ocurre si no hay polvo (afar) pero sí hay efer (ceniza)? ¿Es lo mismo? ¿Pueden las cenizas cumplir la función del polvo? La ceniza es muy parecida al polvo mas los sabios no están seguros si cumple los requisitos de la Torá o debe ser solamente polvo lo que se arroja sobre el recipiente de agua.
Para decirnos que solamente se le puede tirar polvo y no cenizas al agua para que de ella tome la mujer Sotá, el Talmud nos enseña que solo en tres casos (y este no incluye a esta discusión polvo/ceniza) la halajá echó por tierra y anuló la precisión de las ordenes de las escrituras. Siempre que la Torá ordeno realizar algún mandamiento con un objeto en particular, en este caso el polvo, la halajá (producción de los rabinos) no la modificó en lo absoluto. Por este motivo si en la Torá dice que se debe arrojar polvo, la halajá sólo permite que se le eche polvo y no ceniza. Sin embargo, en tres ocasiones y siendo concsientes del cambio que estaban produciendo a la palabra escrita de la Torá, los rabinos se dan el lujo de modificar un poco a lo enunciado en la Torá. En Vaikra 17:13 se nos dice que cuando uno mata a un animal se debe tirar su tierra al suelo y cubrirlo con polvo; los sabios expanden la ley y dicen que no es solo con polvo que se puede cubrir esta sangre sino con cualquier objeto que se le parezca. En relación al Nazir la Torá ordena que durante el tiempo de sus abstenciones el mismo no puede pasarse por la cabeza una navaja. Si nos deberíamos detener únicamente en las palabras de la Torá un nazareo podría no pasarse una navaja pero si cortarse el pelo con una tijera; sin embargo los sabios en este caso también extienden la prohibición a cualquier objeto cortante. Estos son dos ejemplos de los tres que según los propios rabinos, ellos mismos, decidieron cambiar y ampliar el significado de las palabras de la Torá.
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