Nuestras palabras, dicen los cabalistas y los lingüistas contemporáneos, crean realidades. A través de las palabras creamos mundos y transformamos la realidad. Un "sí, acepto" (o en términos judaicos "At mekudeshet li..."), cambia la vida de dos personas, dos solteros pasan a ser una pareja de casados, mediante el solo hecho de una conjunción de palabras. Veremos ahora que debemos tener mucho cuidado con lo que decimos...
Si un hombre le dice a una mujer "tu estás casada conmigo" y ella le dice "yo no estoy casada contigo" ¿Qué sucede? Al comienzo debemos decir que alguno de los dos miente o que perdió su juicio, por otro lugar nos preguntamos cómo algo así puede suceder y por último debemos saber a quién le creemos. En primer lugar el Talmud nos enseña que esta situación se puede dar en el caso hipotético que en el casamiento haya habido un solo testigo, y sabemos que un solo testigo no es 100% válido para certificar la unión, sino que necesitamos siempre dos testigos fiables. Ahora bien ¿A quién le creemos? Los sabios de la Mishná eligen creerle a los dos. ¿Cómo es el caso? El hombre que dijo que la mujer estaba casada con él, se lo considera como que está casado por tal motivo le está prohibido allegarse a todas las mujeres cercanas a ella (madre, hermana, hija, etc.) tal como enseñamos hace un tiempo que un hombre no puede casarse con dos mujeres con parentesco de primer grado. Sin embargo ella que dijo no estar casada es libre de estar con cualquier familiar cercano a ella, ya que con sus palabras dijo estar libre y disponible. Así vemos como nuestras palabras crean dos realidades totalmente diferentes... por este motivo: a tener cuidado con lo que sale de nuestras bocas!
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