Si hubo un rey en Israel que no encontró gracia ante los ojos de los rabinos, este fue Herodes. Este rey era conocido como Herodes el Grande (73 a.e.c al 4 a.e.c), respondía al imperio romano pero era un idumeo que se había convertido al judaísmo. Su origen (Idumeo) y su lealtad a roma no eran características muy bien vistas por los sabios.
En el último post estudiamos que no se debe destruir una sinagoga sino hasta el momento en que hayamos construida otra para reemplazarla. La Guemará, en está oportunidad, levanta una aparente contradicción ya que Herodes reconstruyó el Beit Hamikdash [Templo de Jerusalém] pero para eso tuvo que destruirlo y claramente no construyó otro Templo de manera provisoria ¿cómo lo hizo? Según los sabios hay dos opciones posibles. La primera es que haya visto alguna fisura en la construcción y que por este motivo decidió derribarlo (algo que la halajá permite). Otra razón más factible es que cuando los gobernantes dicen que van a hacer algo, cumplen con lo que dicen y no dan marcha atrás (como puede ser el caso de los individuos particulares) y por tal motivo no se sospechaba que iba a dejar inconcluso su trabajo (si los rabinos del Talmud conociesen a los gobiernos de hoy en día quizás no tendrían está suposición).
Vayamos al origen. ¿Quién es Hordus (Herodes) para los sabios del Talmud? Los sabios cuentan que Hordus era un esclavo de la casa de los Jashmonaim, la dinastía que reino sobre Israel hasta que los romanos conquistaron Judá. Un día, escuchó una voz que decía que aquel día quien se rebelara contra sus amos saldría victorioso. En ese instante se levanta y mata a todos sus amos; sólo deja viva a una pequeña niña. Años más tarde el intenta casarse con está muchacha para afirmarse en el trono pero la niña para evitar este casamiento sube hasta una terraza y se suicida. Tan perverso fue Hordus, en los ojos de los sabios, que luego de muerta él la pone en miel durante siete años para poder acostarse con ella sin que su cuerpo se putrefactara.
La maldad de Hordus no termina allí. Un día aprende un versículo de la Torá (Debarim 17:15) que indica que el rey que debe reinar sobre Israel debe ser uno de "entre sus hermanos"; y no un converso o un esclavo liberado (como era su situación). Descarga su furia contra los sabios y mata a todos los rabinos de su generación, salvo a un sabio llamado Baba ben Buta. De repente, un día, tiempo después reconoce la grandeza de los sabios de Israel y se arrepiente de su asesinato masivo. Le pide a Baba ben Buta un consejo para poder hacer Teshuva, para poder corregir su error. Este sabio le dice que como él apagó la luz de Israel (asesinando a sus sabios) debe encenderla nuevamente (reconstruyendo el Beit Hamikdash). Debía encender nuevamente la luz y e iluminar con grandeza el centro espiritual del pueblo judío. Así es, según esta fabula de los sabios, como fue que Hordus decidió reconstruir el Templo de Jerusalém.
Para finalizar, enseñan los sabios que quien nunca vio el Templo reconstruido por Hordus nunca vio una construcción hermosa en su vida. Ninguno de nosotros tuvo la dicha de poder verlo mas los sabios nos describen un pequeño y hermoso detalle. Las paredes estaban construidas con mármol azul, verde y blanco. Cierta vez Hordus quiso recubrir todas las paredes con oro para resaltar su hermosura y su grandeza sin embargo los sabios se lo impidieron. Le dijeron que lo deje como está ya que a la distancia aquellos colores intercalados daban la sensación de una ola en el mar. Su hermosura radicaba en su naturalidad.
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