א"ר יוחנן: מיום
שחרב בית המקדש, ניטלה נבואה מן הנביאים וניתנה לשוטים ולתינוקות…אמר רבי אבדימי דמן
חיפה: מיום שחרב בית המקדש, ניטלה נבואה מן הנביאים וניתנה לחכמים.
Dijo Rabi Iojanan: desde el día que se destruyó el
Beit Hamikdash, se les quitó la profecía a los profetas y le fue entregada a
los tontos y a los niños. Dijo Rabi Abdimi: desde el día que se destruyó
el Beit Hamikdash, se les quitó la profecía a los profetas y le fue entregada a
los sabios.
El día en el cual se destruyó el
Beit Hamikdash, aquel fatídico 9 de Av del año 70 d.e.c, algo cambió. Fue un
momento de quiebre en la historia según los rabinos que fueron testigos y
herederos de aquella tragedia. La destrucción del centro político, religioso y
cultural del pueblo judío marcó un antes y un después en la historia. Nada
volvería a ser lo mismo. Lo que la Shoá fue a la judería del siglo XX, la
destrucción del Templo de Jerusalém fue a la judería del siglo I.
La profecía [Nebuá],
aquellos hombres y mujeres, 55 según el Talmud, que le transmitían al pueblo la
palabra de Dios se terminó. Dios ya no se comunicaría con Su pueblo a través de
los profetas. Sin embargo aquella capacidad profética, según los rabinos
(sucesores políticos de los profetas, en cierto sentido), no desapareció de
este mundo. La misma les fue transmitida a los tontos, a los niños y a los
sabios. Aquella capacidad de captar la voluntad de Dios y de expresarla con
vehemencia reposaría ahora en un nuevo tipo de personas.
Los niños y los tontos, según
Rabi Iojanan, recibieron la capacidad profética. Ellos son depositarios de una
inocencia, una ingenuidad y una honestidad poco frecuentes en el mundo. Los
tontos y los niños dicen, tal como los profetas de antaño, lo que piensan, sin
importar quien lo escuche. Son sinceros, no conocen de filtros culturales ni de
represiones sociales. Son la voz sincera que habla sin miramientos. No temen ni
miden las consecuencias de sus palabras, cuando sienten la necesidad de hablar
o de gritar así lo hacen.
Los sabios, en cambio según Rabi
Abdimi, son los que recibieron la continuidad profética. Los sabios, por el
contrario, son aquellos que sopesan con cuidado las palabras, aquellos que sólo
expresan las palabras justas y necesarias luego de una intensa reflexión. Según
Pirkei Avot los sabios deben ser muy cuidadosos en el uso de la palabra. La nebuá
entonces pende entre la honestidad brutal y el discurso sopesado; entre la
vehemencia de la niñez y el apaciguamiento de la sabiduría.
La profecía se encuentra entonces
en cada momento que escuchemos con atención a los tontos, a los niños y a los
sabios.
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