Sucedió cierta vez que el rey
Munbaz repartió [a los necesitados] todas sus riquezas y las riquezas de sus
padres en los años de sequía. Se congregaron sus hermanos y le dijeron a él: tu
padre atesoró [toda está riqueza] y tú la estás desperdiciando! Munbaz les
contestó: mi padre lo atesoró para abajo [el mundo material] y yo la atesoró
para arriba [el mundo celestial]. Mi padre lo atesoró en un lugar donde la mano
tiene control [el dinero puede ser robado] y yo lo atesoró en un lugar donde la
mano no tiene control. Mi padre atesoró algo que no da frutos mientras que yo
he atesorado algo que da sus frutos. Mi padre atesoró dinero y yo he atesorado
almas. Mi padre atesoró para otros [a la familia que recibiría la herencia]
mientras que yo he atesorado para mí. Mi padre atesoró para este mundo y yo he
atesorado para el mundo venidero [Holam Habá].
El Talmud nos regala este
maravilloso Midrash sobre el rey Munbaz, un personaje conocido por su
generosidad, y el valor de la tzedaká. Está historia es rica en sentidos y en posibles interpretaciones.
La pregunta nodal que atraviesa todo este Midrash es ¿para qué sirve el dinero?
Según los parientes del rey Munbaz las riquezas en oro estancadas en un lugar
le dan a uno seguridad, poder y prestigio. Según ellos Munbaz no tenía razón
alguna para estar repartiendo las riquezas que supo acumular su padre. Es más
para ellos Munbaz está desperdiciando (mebazbez) el dinero repartiéndolo a los
más necesitados; la riqueza de la familia hubiera estado mucho mejor protegida
en una bóveda de un banco. El rey Munbaz, por el contrario,
considera que no es riqueza atesorar oro y plata en grandes bóvedas; que la
riqueza no se mide en toneladas de oro sino en la ayuda y en la justicia que
uno puede hacer con las riquezas materiales. Y Munbaz de seis motivos por los cuales él
decidió en años de necesidad y de sequía vaciar sus arcas y repartir toda su
riqueza entre los más necesitados:
1. Bajo y alto. Su padre tenía una concepción de la riqueza
material, del mundo terrenal, de las necesidades del cuerpo mientras que él
concebía a la riqueza en su sentido más elevado, en un sentido espiritual, en
la posibilidad de ayudar a otros con sus propios recursos.
2. El control de la mano. Su padre atesoró el dinero en
bóvedas que podían fácilmente ser robadas mientras que él al hacer tzedaká
imposibilitó que le roben las riquezas repartiendo los millones en pequeñas
fracciones, insignificantes para el ladrón pero trascendentes para cada
hambriento y necesitado.
3. El tener frutos. El dinero en una caja de seguridad no
genera frutos, no aumenta ni disminuye, se estanca. En cambio el dinero en la
mano de los necesitados genera grandes frutos. Con aquel dinero cientos y miles
pueden comer, sostener a su familia y proveerles la esperanza de un futuro
distinto.
4. Dinero vs. Almas: Hay quienes guardan su riqueza en
monedas, en bonos o en acciones. Hay otros que su riqueza se basa en cultivar
almas y en ayudar a los demás. Munbaz no invirtió en la bolsa pero decidió
invertir en algo mucho más valioso: en las personas y en su futuro.
5. Para otros o para mí: hay quienes durante generaciones o
decenas de años acumulan fortunas familiares para la posteridad de su familia,
para poder dejarlo en herencia. Otros, sin descuidar a sus familias, prefieren
gastar sus riquezas en el presente para ellos mismos. En este caso no fue para
darse grandes lujos sino para ayudar.
6. El Olám Habá: La riqueza material es la moneda de cambio
de este mundo. En el Olám haba no es rico quien cosechó más dinero sino quien
cultivo su mente y su espíritu; quien se dedicó durante su vida a ayudar a tan
sólo a otro ser humano.
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