נוח לו לאדם שיפיל עצמו לתוך
כבשן האש ואל ילבין פני חבירו ברבים. מנלן? מתמר.
Es
preferible para el hombre que se tire a sí mismo en un horno de fuego a que
avergüence a sus compañeros en público.
El Talmud
con esta frase impactante y movilizante nos enseña el valor que tiene el
respeto y la integridad del otro. Nos está prohibido avergonzar a los demás en
público. Uno, por ejemplo, no puede hacerle una pregunta a otro en público si
sabe que la otra persona desconoce la respuesta. Eso es humillarlo. Uno no debe
mostrar y hablar sobre los errores o las transgresiones de otro en público. El
término en hebreo para esta prohibición es “Halbanat Panim”, que literalmente
significa “emblanquecer el rostro”. Lo que en español diríamos “hacerlo poner
colorado”.
Los sabios
aprenden esta valiosa enseñanza de la historia de Iehuda y Tamar (Bereshit cap.
38). Allí, nos cuenta el Talmud, Tamar estaba dispuesta a ser arrojada al fuego
con tal de no avergonzar a Iehuda, al menos que esté, como finalmente hizo,
reconociera que él se había acostado con ella. Los Tosafistas (sabios del siglo
XII) comentan al respecto y dicen en relación a la severidad de está
transgresión: “todos los que caen al infierno, finalmente ascienden, salvo por
tres transgresiones y una de ellas es Halbanat Panim”. Los sabios son sumamente
estrictos con está cuestión ya que a diferencia de muchas transgresiones la
gente no le da mucha importancia a avergonzar a sus compañeros. Si alguien roba
o lastima a otro, sabe luego que debe arrepentirse y cambiar su actitud. En
cambio, como avergonzar al otro es más común y está socialmente –y lamentablemente-
aceptado los sabios son muy enfaticos al respecto para que la gente reconozca
su error y pueda arrepentirse y pedir perdón por su transgresión.
En la literatura hálajica medieval hay una discusión por si esta expresión es una ley o si más bien es lo que se denomina Midat Jasidut (una cualidad piadosa). El Rashbatz (Simeon ben Zemah Duran 1361–1444) sostiene que es una ley y que si alguno está por hacer Halbanat Panim debe matarse. Sin embargo, y para evitar suicidios de ciertos fánaticos en nuestros días, es el Meiri (Menachem Meiri (1249 – 1310) quien nos enseña que está enseñanza no es una halajá (“tírate en un horno de fuego”) sino que es expresada como una actitud que todo ser piadoso debe cumplir (“es preferible para el hombre”). Más allá de estás disquisiciones medievales el principio se mantiene: el otro, como nosotros mismos, fuimos creados a imagen de Dios por tanto debemos cuidarla y respetarla.
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