Hay que tener cuidado con lo que
enseñamos. Incluso si no faltamos a la verdad ni buscamos ofender, debemos
siempre tener presente cuál es el público hacia el cual dirigimos nuestras
palabras. El Talmud nos trae un ejemplo maravilloso sobre este punto. Antes de
entrar en la historia debemos recordar aquello que estudiamos hace algunos
días. La Mishná famosa sobre las diez genealogías (o tipologías) de judíos
enseñaba también quiénes se podían casar con quiénes y quiénes no se podían
casar entre ellos. Los Geirim (conversos) tenían una situación compleja (aunque
como veremos también beneficiosa). Vayamos a la historia.
Se cuenta que cierta vez Rabi
Zeira estaba enseñando en la ciudad de Mijoza y dijo: “los Geirim [conversos]
pueden casarse con una mamzeret [bastarda]”. Los habitantes del lugar
comenzaron a apedrear a Rabi Zeira con sus etrogim. Sí, con sus etrogim, aquel
fruto cítrico que utilizamos para sucot, comenzaron a golpear a Rabi Zeira por
sus palabras. Raba, cuando escuchó esta historia dijo en relación a Rabi Zeira “acaso
hay gente que predica de esta manera cuando hay tantos geirim presentes”. O
sea, en la ciudad de Mijoza había muchos conversos y estas palabras que dijo
Rabi Zeira le molestaron. ¿Por qué le molestaron? Porque al decir que se pueden
casar con una bastarda están diciendo que ellos no tienen el mismo estatus que
los israelitas, levitas o sacerdotes que tienen prohibido casarse con una
mamzeret. Les estaba diciendo, en otras palabras, que tenían un estatus
inferior y que por eso se podían casar con cualquier mamzeret.
La historia continúa y nos enseña
que Raba volvió a enseñar a la ciudad de Mijoza pero comenzó diciendo “Un Ger
puede casarse con una cohenet (hija de sacerdote)” y lo llenaron de seda por
sus palabras. A Rabi Zeira lo tiraron etrogim por sus palabras y a Raba lo
llenaron de sedas, en señal de alegría por sus palabras. Le estaba permitiendo
a los conversos casarse con las hijas de los sacerdotes! Es decir, los estaba
igualando a cualquier judío! Ahora bien, inmediatamente enseña lo mismo que
enseñó Rabi Zeira y dice: “los conversos pueden casarse con las mamzeret”. La
gente extrañada le insinuó que tiró abajo todo su primer argumento por el cual
ellos se alegraron mucho. Sin embargo, de manera maravillosa, Raba dice que no.
Que con sus enseñanzas él les hico un bien [a ellos, a los conversos] ya que si
quieren pueden casarse con una hija de sacerdote pero si lo desean también
pueden casarse con una “bastarda”. Ningún otro judío tiene esta capacidad.
De forma maravillosa el Talmud
nos enseña que podemos decir o enseñar exactamente lo mismo y recibir respuestas
diametralmente diversas. Al enseñar, al emitir un juicio, al contar un chiste o
al realizar un comentario debemos primero, antes que nada, saber quiénes son
nuestros interlocutores. La vida no es un monólogo, sino que se basa en diálogos.
Para que la conversación o la enseñanza sean fructíferas debemos siempre saber quién
es el otro. Eso lo sabía Raba y Rabi Zeira al ignorarlo sufrió las consecuencias.
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