Por los general las Mishnaiot son concisas y simplemente enuncian una ley en particular con alguna digresión de un sabio. Muy de vez en cuando en una Mishná se nos presenta una historia; estas historias, o maises (muy populares en el mundo jasídico) vienen siempre a enseñarnos una halajá. Vayamos primero a leer esta historia simpática y luego pensemos cuál es la ley o la "moraleja" que subyace en este relato.
Peroklos ben Pelosfos, un sabio romano, le preguntó cierta vez al gran sabio Rabán Gamliel en la ciudad de Akko mientras este se estaba bañando en un baño con una escultura de una Afrodita: "¿No dice acaso en su Torá que uno debe alejarse de la idolatría?". Esta pregunta hace referencia a que Rabán Gamliel estaba muy cerca, en ese momento, de aquella estatua pagana y entonces este sabio romano no entiende por qué un gran rabino puede bañarse plácidamente con una estatua pagana a su lado. Lo primero que le responde Rabán Gamliel es que en un baño, por uno estar desnudo y ser un lugar poco decoroso, uno no debe hablar de cuestiones de Torá.
Una vez que salieron Rabán Gamliel, ahora sí, responde a la pregunta del sabio romano. En primera instancia le contesta de una forma bastante extraña y le dice "yo no vine a su territorio sino que ella (la afrodita) vino a mi territorio". La primera respuesta es evasiva y a los sabios del Talmud les molestará de sobremanera. Rabán Gamliel se excusa diciendo que "él estaba primero", que el baño donde él solía bañarse estaba desde antes que traigan esta estatua pagana por lo cual fue ésta la que invadió su espacio físico. La segunda respuesta que le da tiene un poco más de peso y sustento. La gente no dice, argumenta Rabán Gamliel, "haremos un baño para embellecer la afrodita", sino que dicen "haremos una afrodita para embellecer el baño". De esta manera el gran sabio judío demuestra que en esa situación la afrodita no es un objeto de idolatría sino una mera escultura que adorna y embellece los baños públicos.
La última respuesta es la más desafiante e impactante de todas. Rabán Gamliel le dice a Peroklos ben Pelosfos: "Incluso si te dieran mucha plata, tu no entrarías a adorar a tus dioses desnudo, con poluciones nocturnas u orinando; esta estatua está allí justo al lado del drenaje y todo el mundo orina sobre ella y nuestra Torá nos dice que está prohibido estar cerca de "sus dioses" y estos son sólo considerados dioses cuando la gente se comporta para con ellos como si fueran dioses, pero sí nos está permitido estar junto a figuras y esculturas que la gente no se comporta para con ellos con el debido respeto." Rabán Gamliel es enfático y no deja lugar a dudas; si los paganos no tratan con deferencia y respeto a sus deidades las mismas no son consideradas objetos de idolatría. Esta afrodita está en un lugar donde la gente se pasea desnuda, con poluciones nocturnas e incluso orinan frente a ella; entonces, deduce Rabán Gamliel, esta no puede ser una Diosa, sino la gente se comportaría al rededor de ella con mayor respeto.
El Talmud, luego de esta historia maravillosa, se detiene en un punto, al parecer para mucho de nosotros menor. Lo que le molesta al Talmud es la forma en que Rabán Gamliel pudo decirle en el baño que en ese lugar uno no debe hablar de Torá. Ya que si se lo dijo debió entonces hablar de Torá allí.
Aquí aprendemos un par de puntos interesantes para nuestro comportamiento halájico contemporáneo: En los baños no se debe hablar de Torá y se debe intentar, incluso, no pensar en cosas de Torá. No es un lugar apto para temas sagrados. Las cuestiones sagradas ni siquiera se pueden decir allí de una forma vulgar, sin embargo las cuestiones vulgares o cotidianas se pueden hablar allí incluso en hebreo, la lengua sagrada. Por último ¿cómo resolvieron los sabios esta contradicción? Diciendo que en verdad, una vez que salió del baño, Rabán Gamliel le dijo a su interlocutor que en el baño no se pueden hablar cuestiones de Torá.
Aquí aprendemos un par de puntos interesantes para nuestro comportamiento halájico contemporáneo: En los baños no se debe hablar de Torá y se debe intentar, incluso, no pensar en cosas de Torá. No es un lugar apto para temas sagrados. Las cuestiones sagradas ni siquiera se pueden decir allí de una forma vulgar, sin embargo las cuestiones vulgares o cotidianas se pueden hablar allí incluso en hebreo, la lengua sagrada. Por último ¿cómo resolvieron los sabios esta contradicción? Diciendo que en verdad, una vez que salió del baño, Rabán Gamliel le dijo a su interlocutor que en el baño no se pueden hablar cuestiones de Torá.
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