martes, 31 de julio de 2012

Avodá Zará 8 - Las fiestas de los romanos


Cuando el Talmud habla sobre la prohibición en torno al comercio con idólatras, en los días próximos a sus “fiestas”, hace referencia en mayor medida, a las festividades del mundo romano. De algunas de ellas ya hablamos y otras aparecen aquí en nuestros folios a estudiar hoy. Algunas de las “fiestas” (ocasiones en las cuales los romanos ofrecían sacrificios o libaciones a sus deidades) eran los nacimientos y muertes de los reyes o cuando estos ascendían al trono.

Las fiestas de Kalanda y Starnura (Saturno) están íntimamente relacionadas entre sí. La primera son 8 días después de “Tkufá” (el día más corto del año, aproximadamente el 21 de diciembre para el hemisferio norte) y la otra son 8 días antes de este evento. Al parecer, estos días eran de gran relevancia para el mundo romano y eran épocas de sacrificios para los dioses paganos (ténganse en cuenta que luego, tanto la navidad como el año nuevo para el mundo cristiano caerán por estas fechas donde el invierno acecha).

El primer hombre y las fiestas paganas. El Talmud, en un midrash increíble, relaciona estas fiestas paganas del mundo romano con Adam HaRishon, el primer hombre. Se dice que cuando el primer hombre comenzó a ver que los días se hacían más cortos, si tenemos en cuenta la tradición de que el mundo  fue creado en Tishrei (otoño) y no en Nisán (primavera) mientras se acercaba el mes de Tevet (Invierno), creyó ver en eso un castigo divino por haber comido del árbol prohibido. Al ver que los días se hacían cada vez más cortos, al no entender los ciclos de la naturaleza, intuía que el mundo estaba volviendo a la oscuridad primigenia, al caos originario, al Tou Vavou. Así Adam Harishon comenzó a ofrecer sacrificios exclamando el Perdón Divino. Los romanos, según el imaginario talmúdico, trastocaron estas ofrendas al único D-s y convirtieron esas fechas en días de idolatría.

Los judíos y la idolatría. Rabi Ishmael enseñaba que todo Israel fuera de la tierra de Israel era un Oved Avoda Zará (un idólatra) Betahará (en pureza). ¿Cómo es el caso, se pregunta el Talmud? La mayoría de los judíos que están fuera de Israel tienen un contacto permanente con el no judío, y en ese momento todo no judío era un idólatra (no existían otras religiones monoteístas como hoy en día, los cristianos o los musulmanes), y ciertas veces sus vecinos podían invitar a los judíos a sus casamientos y fiestas. Y allí se ofrecían libaciones y sacrificios a dioses paganos y más allá, dice Rashí, que los judíos no ponían intención en los sacrificios (por eso estaban en pureza) participaban de cierta forma en los rituales paganos (a pesar de que el Talmud aclara que los judíos se llevaban su propia comida Casher a las fiestas, un toque de humor por parte de nuestros maestros). Sólo por estar presentes en sus mesas, dice el texto talmúdico, se los consideraba como que estaban comiendo de  los sacrificios paganos. Ahora bien, este texto no se puede extrapolar a nuestros días ya que ninguno de nosotros (en su gran mayoría) tiene amistades idólatras. Nuestros amigos cristianos y musulmanes, o incluso los ateos o agnósticos, no ofrecen sacrificios a deidades ni tampoco hacen libaciones paganas ergo estaríamos habilitados sin mayores problemas a participar de sus celebraciones y alegrías, teniendo en cuenta ahora sí, ser precavidos con las comidas que vayamos a comer.

Un detalle más. La festividad de Kratesim, era celebrada por los romanos año tras año, en el día que conquistaron “el mundo”. En esta festividad también le estaba prohibido a los judíos comerciar con ellos tres días antes de la misma. El Talmud llama al imperio romano “Maljut HaRashá – el imperio malvado”. En nuestro folio se nos cuenta que 180 años antes (aunque algunos discuten esta cuenta) de la destrucción del Beit Hamikdash, año 70 d.e.c, el Imperio Romano se extendió por la tierra de Israel y la conquistó; y 40 años antes de la destrucción del Beit Hamikdash, en el año 30 d.e.c. los sabios prohibieron aplicar las penas de muerte (dinei nefashot) porque el Sanhedrín tuvo que mudarse de su recinto principal en el Templo de Jerusalem. 

La continuidad. Al parecer no había sabios lo suficientemente capacitados para juzgar los casos capitales. El imperio romano había decretado la prohibición de la Smijá o Hasmajá (ordenación rabínica). Decían que en cualquier ciudad que se encuentre a un sabio ordenando a un estudiante, ambos serían muertos y toda la ciudad sería pasada a cuchillo. Desafiando la autoridad de los romanos, el sabio Rabi Iehuda ben Baba, se llevó a cinco estudiantes al medio de un acantilado, entre dos ciudades (para que los romanos no puedan destruir la ciudad) y allí les dio la Smijá a cinco rabinos, buscando la continuidad del pueblo de Israel.  En un momento los romanos aparecen en escena y Rabi Iehuda le dice a los cinco rabinos, ya ordenados, que se vayan que él detendrá a los romanos. Rabi Iehuda se sentó como una piedra en el medio el acantilado para que los romanos no pasen y no se movió hasta que los soldados le “agujerearon todo el cuerpo” con lanzas. Los cinco jóvenes rabinos se escaparon y lograron que la Torá no se pierda en medio de tanta persecución y destrucción. 

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