Se cuenta que cierta vez dos sabios
fueron a visitar al gran Rabí Ioshua. Este les preguntó “¿Qué Jidush
(interpretación novedosa de comprender un versículo bíblico o de interpretar
una ley) hubo hoy en la casa de estudios?”. Rabí Ioshua quería saber que Jidush
se escuchó en las paredes del Beit HaMidrash aquel día. Sus alumnos, sin
embargo, le respondieron: “Todos somos tus estudiantes, de tu agua nosotros
bebemos”. Estos dos sabios, estudiantes y discípulos de Rabí Ioshua, dicen que
no podrían tener un Jidush, una forma novedosa, ya que ellos son sus
estudiantes y todo lo que saben, lo aprendieron de él. Rabí Ioshua insiste
diciendo: “No puede existir una casa de estudios sin una interpretación
novedosa” (Hi Efshar LeBeit HaMidrash BeLo Jidush). Según Rabí Ioshua aunque
ellos sean sus estudiantes, cada casa de estudios requiere diariamente de Jidushim.
La historia no se detiene y Rabí Ioshua
pregunta quién estaba a cargo de dar la enseñanza aquel Shabbat y cual era el
tópico que le correspondía enseñar. Los alumnos responden que era Rabi Eleazar
ben Azaria y que el tópico era Parashat Hakel (el mandamiento de juntar a todo
el pueblo judío una vez cada siete años para enseñar las palabras de la Torá).
Rabí Ioshua quiso saber que interpretación novedosa dió Rabi Eleazar al
respecto. Sus alumnos le transmitieron lo que Rabí Eleazar enseñó aquel Shabbat,
a lo que Rabí Ioshua respondió: “Una piedra preciosa tenían en sus manos y
ustedes querían que yo me la perdiese”. En otras palabras, Rabí Ioshua aprendió
un Jidush, una novedad, algo que nunca había pensado o que desconocía, sobre
cómo se podía interpretar una de las leyes del mandamiento de Hakel.
Esta hermosa historia nos demuestra una
de las esencias del pensamiento judío rabínico: el poder del Jidush. Si bien
aprendemos de nuestros maestros y abrevamos de sus aguas cada estudiante de
Torá es un manantial que puede extraer nuevas aguas, con nuevos sabores, de
cada uno de los versículos de la Torá. Rabí Ioshua exige un Jidush, una lectura
novedosa. Por más que él sea el maestro, siente la necesidad de aprender la
Torá de sus estudiantes. No solamente los estudiantes aprenden de los maestros,
sino que los estudiantes también tienen algo que enseñarles a los maestros.
Siempre hay una lectura, una interpretación, una idea o una apreciación que el
otro, por más sabio que sea, carece. Que nuestra humildad no le prive al mundo
de oír nuestra Torá.
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