El proyecto "rabínico" consistió en un doble juego entre tradición y cambio. Por un lado los rabinos de finales del siglo I y comienzos del siglo II d.e.c tuvieron que generar un "nuevo" judaísmo sin el centro político, cultural y religioso del antiguo Israel, es decir, sin el Templo de Jerusalén. Por otro lado la ruptura no podía ser total sino como en todo proceso historico también hubo muchas continuidades que anclaban las "nuevas" tradiciones con las costumbres milenarias. Rabí Iojanan ben Zakai fue uno de los líderes de esta "revolución-continuadora". Según la Mishná y la Tosefta este gran sabio sobreviviente de la destrucción de Jerusalén generó en los años 80 y 90 d.e.c una gran cantidad (unos 10) edictos que por un lado modificaban la ley vigente pero que por el otro anclaban las nuevas tradiciones con las antiguas costumbres del Templo de Jerusalén y sus coetáneos. Una de ellas tiene que ver con el Lulav.
Según la Mishná en un principio se solía tomar el Lulav durante siete días en el Templo de Jerusalén y solo un día en las provincias (es decir en cualquier lugar que no fuera el Templo, incluido Jerusalén según Rashí). Sin embargo, por Zejer laMikdash, en recuerdo del Templo, el Riba¨z decidió que en todos los lugares se tomaran los Lulavim durante siete días para sí emular la costumbre de los tiempos de antaño. Continuidad y ruptura. Riba¨z modifica la ley para mantener el recuerdo del Templo de Jerusalén vigente en nuestras vidas. Ahora cada día de la festividad que elevamos y sacudimos los Arvaat HaMinim sabemos que estamos haciendo como se acostumbraba a hacer en el Templo de Jerusalén. De forma maravillosa el Riba¨z vuelve a unir al pueblo judío al Templo de Jerusalén incluso cuando el Templo ya no está.
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