Si hay algo que me apasiona del mundo judío es la continuidad de tradiciones y costumbres de un pueblo a lo largo de su historia. Son muy pocos los pueblos que pueden afirmar que durante los últimos dos mil años han estudiado por generaciones los mismos textos y que hay seguido casi de forma inalterable ciertos ritos y costumbres. El pueblo judío puede afirmar que definitivamente lo consiguió.
No puede existir el pueblo judío sin la Torá. Es la base de nuestra tradición, de nuestra historia y de nuestra lengua. Sin embargo también sirve como elemento de unión del pueblo a través del tiempo y el espacio. Los rabinos hace más de 2000 años, con gran sabiduría, instituyeron que cada comunidad judía lea exactamente los mismos pasajes de la Torá en diversos días festivos. Cada comunidad no podía decidir por sí sola que fragmento de la Torá debía leer; está perdida parcial de la autonomía es la que permitió la unión de las comunidades judías más distantes y menos conectadas de la historia. Judíos en el siglo X de la India, de Siria y de Italia leían cada Shabbat (a grandes rasgos más allá de alguna que otra anomalía) las mismas lecturas de la Torá. Un pueblo que comparte una lectura es un pueblo que comparte un lenguaje. Un pueblo sin lenguaje es un pueblo muerto.
En nuestra Mishná que abre el debate en la Guemará un sabio anonimo nos lista todas las lecturas que se deben hacer en cada uno de los días de las festividades. Que se debe leer en Pesaj, Shavuot, Sucot, Rosh Hashaná, Iom Kipur, Tisha Veab, Purim y Januca. Luego en la Guemará se mantienen todas estás lecturas (la única que se modifica es la de Rosh Hashana) mas se advierte que como en aquel entonces en la babilonia del siglo IV había dos días festivos en cada Iom Tov se debía agregar una nueva lectura de la Torá para el segundo día, y detallan entonces cual debe ser. Lo más fabuloso e impactante es que al día de hoy seguimos, en cada festividad, leyendo las mismas lecturas que hace dos mil años! Creo que no llegamos a comprender el significado profundo que esto tiene; hace dos mil años un pueblo mantuvo un ritual que lo hizo eterno: la lectura de la Torá. Comprender que los rabinos de la Mishná y el Talmud leían hace miles de años los mismos fragmentos que leeremos nosotros en unas semanas de Rosh Hashaná nos permite comprender el significado del tiempo en la historia judía. El tiempo y la distancia son anulados cuando ingresamos a al sinagoga y una vez más, en cada nueva festividad, leemos el mismo texto milenario.
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